Venezuela fue uno de los principales apoyos políticos en el mundo para Rusia durante la guerra de Georgia en 2008. Fotografía: Georgia.to
Guacamaya, 7 de agosto de 2025. A propósito de un nuevo aniversario del conflicto entre Rusia y Georgia en 2008 y al cumplirse 17 años de la guerra, se puede decir que fue un enfrentamiento breve pero decisivo que transformó la geopolítica del Cáucaso. En ese sentido, es oportuno revisar el papel que jugó Venezuela en este escenario. Desde 2008, Caracas ha mantenido una postura clara y alineada con Moscú, reconociendo la independencia de las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur, y brindando respaldo político a Rusia en el marco de sus tensiones con Occidente.
El conflicto de 2008: una guerra relámpago con profundas raíces
La guerra de Georgia, también conocida como la Guerra de Osetia del Sur, estalló en agosto de 2008, pero fue el resultado de años de tensiones étnicas, geopolíticas y territoriales entre Georgia, Rusia y las regiones separatistas del Cáucaso.
Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, Abjasia y Osetia del Sur proclamaron su independencia de Georgia, desencadenando conflictos armados en los años 90. Aunque estos conflictos fueron en gran medida congelados, tanto Rusia como Occidente mantuvieron una creciente rivalidad por la influencia en el espacio postsoviético, particularmente en países como Georgia y Ucrania.
La tensión aumentó significativamente cuando Georgia expresó su deseo de unirse a la OTAN y fortaleció sus lazos con Estados Unidos y la Unión Europea. En ese contexto, Rusia comenzó a distribuir pasaportes rusos a ciudadanos en Osetia del Sur y Abjasia, lo que incrementó su capacidad de influencia alegando protección a sus nacionales.
El 7 de agosto de 2008, el entonces presidente georgiano Mijaíl Saakashvili ordenó una ofensiva militar para recuperar Osetia del Sur, lo que provocó una respuesta inmediata y masiva de Rusia. En apenas cinco días, las fuerzas rusas repelieron a las tropas georgianas, avanzaron dentro del territorio de Georgia y consolidaron su presencia militar en Osetia del Sur y Abjasia.
La guerra concluyó con un alto el fuego mediado por la Unión Europea, pero las consecuencias perduran hasta hoy: Rusia reconoció formalmente la independencia de ambas regiones, instaló bases militares permanentes y profundizó su control geopolítico en el Cáucaso. Georgia, por su parte, rompió relaciones diplomáticas con Moscú y continúa exigiendo la recuperación de su integridad territorial.
Este conflicto marcó un punto de quiebre en las relaciones entre Rusia y Occidente, anticipando tensiones más graves como la guerra en el este de Ucrania de 2014 y la guerra entre Rusia y Ucrania de 2022.
Chávez y el respaldo a Rusia: “Moscú hizo lo que tenía que hacer”
En ese contexto, el entonces presidente venezolano, Hugo Chávez, no dudó en expresar su respaldo a Rusia. “Moscú hizo lo que tenía que hacer en respuesta a una provocación militar de Washington en Osetia del Sur”, afirmó el mandatario. Chávez enmarcó el conflicto como parte de una estrategia de Estados Unidos para cercar a Rusia a través de sus aliados regionales, declarando que “Moscú se encuentra cercado por el imperio (norteamericano)”.
Pocas veces se había visto a Venezuela en su historia diplomática tomar partido en un conflicto de este tipo.
En 2009 durante una visita de Hugo Chávez a Moscú, Venezuela se convirtió en el segundo país de América Latina —y del mundo además de por supuesto, Rusia y Nicaragua en reconocer oficialmente la independencia de Abjasia y Osetia del Sur, consolidando así una alianza geopolítica con Moscú que se ha mantenido hasta la actualidad. Este gesto fue considerado por Rusia como una muestra de lealtad y de visión multipolar.
Abjasia cuenta con una embajada en Caracas y las autoridades de Osetia del Sur también han visitado Venezuela recibiendo un reconocimiento formal por parte de Nicolás Maduro.
Georgia, el episodio de Guaidó y la diplomacia recíproca
La cercanía entre Caracas y Moscú, y su respaldo común a las repúblicas separatistas del Cáucaso, ha generado fricciones con el gobierno georgiano. En 2019, en el contexto de la crisis institucional venezolana, el entonces ministro de Exteriores de Georgia, David Zalkaliani, anunció el reconocimiento de Juan Guaidó, presidente del Parlamento venezolano, como presidente interino del país sudamericano. Las autoridades venezolanas encabezadas por Maduro se enfilaron contra dicho pronunciamiento.
“Georgia reconoce a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, saluda las declaraciones de sus aliados sobre este particular y respalda al pueblo venezolano en su lucha por la democracia y la libertad”, declaró Zalkaliani en el Foro Económico Mundial de Davos. El anuncio, difundido a través de Twitter, evidenció el distanciamiento diplomático entre Tiflis y Caracas, influenciado por los respectivos alineamientos internacionales.
Maduro y el legado geopolítico de Chávez: entre la continuidad y el pragmatismo de la coyuntura
Pese a esa tensión, Nicolás Maduro ha continuado la política exterior de respaldo a Rusia aunque con algunas matices. En 2024, tras las elecciones parlamentarias en Georgia, Maduro reconoció públicamente la victoria del partido Sueño Georgiano, y criticó la injerencia occidental en los asuntos internos del país.
“En Georgia ha ganado una opción política contraria a algunos intereses occidentales. La Unión Europea y el Sr. Borrell, como actúan en Venezuela, quieren actuar en todo el mundo”, afirmó el mandatario. La cancillería venezolana también reafirmó su reconocimiento a las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur, insistiendo en la legitimidad de sus decisiones que califica de “soberanas”.
Georgia en el Corredor Medio: ¿una pieza clave en disputa?
Más allá de lo simbólico, Georgia posee un alto valor geoestratégico. Forma parte esencial del Corredor Medio —una ruta de conectividad euroasiática que busca enlazar Europa con China evitando tanto a Rusia como a Irán—. Esta vía ha cobrado gran importancia para el comercio y la logística internacional tras la guerra en Ucrania.
Infraestructuras clave como el puerto de Poti desempeñan un papel fundamental. No obstante, en 2023 ya había alcanzado su máxima capacidad operativa, requiriendo inversiones urgentes en infraestructura para sostener su función como eje logístico. A esto se suma la necesidad de modernizar la línea ferroviaria Sivas-Kars-Georgia, según el Banco Mundial, antes del año 2030. Todo ello requiere un entorno de estabilidad política, hoy puesto en entredicho por tensiones internas y disputas territoriales no resueltas.
La inestabilidad en Georgia tiene implicaciones que trascienden sus fronteras: cualquier alteración en el equilibrio político o territorial del país podría afectar la funcionalidad de este corredor, con impacto directo en los intereses comerciales de actores globales, incluidas potencias europeas y asiáticas.
Neutralidad venezolana ante Ucrania: pragmatismo en tiempos de guerra
Volviendo al papel de Venezuela, hay que destacar que en contraste con su firme apoyo a Rusia en el conflicto de 2008, el gobierno de Nicolás Maduro ha adoptado un enfoque más matizado respecto a la guerra en Ucrania, iniciada en 2022. Venezuela se ha declarado oficialmente “neutral” y ha reiterado en varios foros internacionales su llamado al fin del conflicto por la vía del diálogo. Todo esto, pese a que Maduro ha suscrito la narrativa rusa de la guerra y ha criticado al presidente ucraniano Zelensky en varias ocasiones. No obstante, una diferencia importante es que no ha reconocido a las repúblicas prorusas del Este de Ucrania como si lo hizo Hugo Chávez en Georgia y aunque a veces eso se desestima marca una pequeña pero relevante diferencia
A diferencia del reconocimiento explícito de Abjasia y Osetia del Sur, Venezuela no ha reconocido a las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk proclamadas por Rusia y ciudadanos rusos en el este de Ucrania. Esta cautela responde a una lógica pragmática: mantener la alianza estratégica con Moscú sin cerrar las puertas a eventuales acuerdos energéticos y diplomáticos con Europa o los Estados Unidos en un momento donde Venezuela ha empezado a jugar un papel relevante en el suministro petrolero y en el debate sobre la diversificación energética europea y estadounidense.
Una alianza estratégica Caracas-Moscú
El apoyo de Venezuela a Rusia en el conflicto del Cáucaso es solo un capítulo en una alianza estratégica más amplia, que abarca cooperación energética, militar, tecnológica y diplomática. Desde el ingreso de Venezuela al grupo de países que desafían el orden unipolar dominado por Estados Unidos, su política exterior ha apostado por un bloque de países en el que Rusia tiene un rol central.
Este alineamiento ha llevado a Venezuela a reconocer territorios cuya independencia no es aceptada por la mayoría de la comunidad internacional —como Abjasia, Osetia del Sur, posicionándose como un aliado confiable para Moscú en foros internacionales y en las narrativas de resistencia a lo que señala como “intervencionismo occidental”.
A 17 años del conflicto entre Georgia y Rusia, la posición de Venezuela se mantiene firme, aunque con matices adaptados a la coyuntura internacional. Lo que comenzó como un respaldo ideológico de Hugo Chávez a la política exterior de Moscú se ha institucionalizado como una constante en la diplomacia venezolana.
Tanto Chávez como Maduro han vinculado la causa de las repúblicas separatistas del Cáucaso con la defensa de un mundo multipolar y soberano frente a las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos y sus aliados. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha obligado a Caracas a navegar con mayor cautela, preservando sus alianzas estratégicas sin arriesgar su margen de maniobra frente a Europa o Estados Unidos.
En un mundo donde los alineamientos geopolíticos están en constante transformación, la relación entre Caracas y Moscú sigue siendo clave.
Es fundamental revisar las posiciones diplomáticas y políticas que ha sostenido Venezuela a lo largo de su historia, especialmente en las últimas décadas donde el país ha cambiado de forma importante su relación con el mundo.