Donald Trump y Vladimir Putin se ven las caras en Alaska en un momento de gran incertidumbre. Fotografía : vía redes sociales
Guacamaya, 15 de agosto de 2025. En Anchorage, Alaska, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Rusia, Vladímir Putin, se reúnen en un encuentro que, aunque centrado oficialmente en la guerra de Ucrania, proyecta múltiples dimensiones geopolíticas, históricas y diplomáticas. La cita, de la que fue excluido el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, se desarrolla en un contexto de tensiones internacionales, sanciones económicas.
¿Cuáles la composición de las delegaciones?
Por Estados Unidos estarán presentes:
El Presidente Donald Trump
Vicepresidente J. D. Vance
Secretario de Estado Marco Rubio
Secretario del Tesoro Scott Bessent
Enviado especial Steve Witkoff
Por la Federación Rusa asistirán:
El Presidente Vladímir Putin
Ministro de Defensa Andrey Belousov
Canciller Sergey Lavrov
Ministro de Finanzas Anton Siluanov
Consejero presidencial Yuri Ushakov
Enviado especial Kirill Dmitriev
¿Qué Antecedentes y cuál es el contexto político a tomar en cuenta?
La reunión se celebra mientras en Washington muchos puestos diplomáticos clave permanecen vacantes y sin confirmación. La embajada de Estados Unidos en Moscú no cuenta con embajador confirmado desde la retirada, a principios de este verano, de la diplomática de carrera Lynne Tracy.
Previo al viaje, Trump habló por teléfono con Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia y aliado estrecho de Putin, a quien agradeció la liberación de un prisionero estadounidense. El mandatario estadounidense sugirió que se reunirá con Lukashenko en el futuro. La relación entre Moscú y Minsk se ha consolidado desde 2022, cuando la invasión rusa de Ucrania se lanzó en parte desde territorio bielorruso, y con el despliegue de armas nucleares tácticas rusas en Bielorrusia.
¿Cuál es la Dimensión histórica de la sede?
La elección de Alaska como lugar de la cumbre no es casual. Antigua posesión del Imperio Ruso, fue vendida por el zar Alejandro II a Estados Unidos en 1867 por 7,2 millones de dólares, menos de dos centavos por acre. La compra fue inicialmente criticada en EE.UU., pero la fiebre del oro de Klondike transformó su valor estratégico. En la narrativa nacionalista rusa, la venta sigue siendo vista como un error histórico, y la visita de Putin a lo que un presentador de televisión estatal ha llamado “nuestra Alaska” refuerza su imagen como líder que devuelve a Rusia un papel central en la escena internacional.
El viaje de Putin a territorio estadounidense es significativo también porque, desde el inicio de la guerra de Ucrania, ha limitado sus desplazamientos por las sanciones internacionales y la orden de arresto emitida en su contra por la Corte Penal Internacional (CPI) en 2023. Este año, EE.UU. ya recibió a otro líder con orden de captura de la CPI: el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.
El Comercio y las sanciones.
La relación comercial entre Rusia y Estados Unidos se desarrolla en un contexto internacional marcado por un régimen de sanciones amplio y complejo, especialmente desde el inicio de la guerra de Ucrania en febrero de 2022. Estados Unidos ha implementado un conjunto de medidas restrictivas dirigidas contra Rusia con el objetivo de debilitar su capacidad económica, tecnológica y militar, y de aislarla del sistema financiero global.
¿Cómo es la estructura y el alcance de las sanciones estadounidenses contra Rusia?
Las sanciones se aplican de manera coordinada con la Unión Europea, el Reino Unido, Canadá, Japón y otros aliados, aunque cada país mantiene marcos legales propios. Entre las principales se incluyen:
1. Sanciones financieras y bancarias
Exclusión de bancos rusos del sistema SWIFT.
Congelamiento de activos de instituciones financieras y del Banco Central de Rusia en el extranjero.
Prohibición para entidades y ciudadanos estadounidenses de realizar nuevas inversiones en Rusia.
2. Sanciones comerciales y tecnológicas
Restricciones a exportaciones críticas en aeroespacial, energía, semiconductores y telecomunicaciones.
Controles de exportación sobre equipos industriales, componentes electrónicos y software avanzado.
Prohibición de importar petróleo, gas y carbón ruso.
3. Sanciones individuales y corporativas
Bloqueo de bienes y prohibición de entrada a funcionarios del gobierno, altos mandos militares, oligarcas y sus familiares.
Inclusión de empresas estatales y privadas rusas en la lista SDN del Departamento del Tesoro.
4. Sanciones secundarias
Posibles penalizaciones a terceros países, empresas o bancos que faciliten operaciones que permitan a Rusia eludir las restricciones.
¿Cuál es el Impacto en la relación bilateral?
El comercio bilateral se ha reducido cerca de un 90 % desde 2022; aun así, EE.UU. importó bienes rusos por unos 3.000 millones de dólares en el último año disponible. La UE importó bienes por 41.900 millones de dólares en 2024, un 86 % menos que a inicios de 2022.
Objetivos y mensajes de Estados Unidos
Trump ha advertido públicamente a Putin que enfrentará “consecuencias muy severas” si no acepta poner fin a la guerra durante la reunión. El presidente estadounidense ha planteado que, si la cumbre tiene éxito, podría convocarse un segundo encuentro en formato trilateral con Zelenski y líderes europeos, preferiblemente “casi inmediatamente” después de la primera cita.
La exclusión de Zelenski de la reunión inicial fue interpretada como un riesgo por el propio presidente ucraniano, quien expresó que espera que el encuentro abra un camino hacia “una paz justa” y a una futura negociación tripartita. Antes de la cumbre de Alaska, Zelenski habló con el presidente francés Emmanuel Macron para coordinar posiciones.
Objetivos y mensajes de Rusia
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, ha descartado la firma de acuerdos formales durante esta reunión, enfatizando que el objetivo principal es discutir los “asuntos más difíciles” y explorar vías para el arreglo de la guerra en Ucrania.
Para Moscú, el objetivo estratégico es reanudar y normalizar las relaciones con Washington, proyectando la reunión como una cumbre entre superpotencias más que como una negociación centrada en Ucrania. Putin ha presentado el encuentro como una oportunidad “para crear condiciones a largo plazo para la paz entre nuestros países, en Europa y en el mundo en su conjunto”, sin anunciar pasos concretos hacia el fin de la guerra.
El Simbolismo y la carga histórica presentes
El canciller ruso, Sergey Lavrov, llegó a Anchorage con una vestimenta poco habitual: jeans azul claro, chaqueta negra y un suéter blanco con las siglas “CCCP” (URSS) en alfabeto cirílico. Este guiño a la época soviética evoca la “edad de oro” de Rusia como potencia global durante la Guerra Fría, alineándose con la narrativa del Kremlin de un país restaurado a su estatus de gran potencia.
Kirill Dmitriev, enviado especial ruso y jefe del Fondo Ruso de Inversión Directa, comparó la cumbre con la Conferencia de Yalta de 1945, sugiriendo que, al igual que aquella contribuyó a evitar una nueva guerra mundial tras la Segunda Guerra, Alaska podría servir para prevenir una Tercera. En la misma línea, el líder prorruso de Crimea, Sergei Aksyonov, propuso que Trump visite la península para acordar una “nueva paz de Yalta”.
¿Qué implicaciones existen para el Ártico y la Ruta del Mar del Norte?
La elección de Alaska como sede de la cumbre también proyecta un trasfondo estratégico vinculado al Ártico. Esta región, que se calienta cuatro veces más rápido que la media global, está ganando relevancia geopolítica por tres factores: recursos energéticos, rutas de navegación y presencia militar.
Para Rusia, el deshielo progresivo ha abierto oportunidades para expandir el uso de la Ruta del Mar del Norte (NSR, por sus siglas en inglés), un corredor marítimo que acorta significativamente el tránsito entre Europa y Asia. Moscú ha invertido en modernizar rompehielos, infraestructuras portuarias y estaciones militares a lo largo de su costa ártica, buscando convertir la NSR en una alternativa viable al canal de Suez y, al mismo tiempo, reforzar su control sobre la zona.
Estados Unidos, con Alaska como su principal puerta al Ártico, observa con cautela esta expansión. El Pentágono y la Guardia Costera han advertido que el incremento de la actividad naval rusa —incluyendo submarinos nucleares y sistemas de defensa costera— plantea un desafío a la libertad de navegación y al equilibrio estratégico en la región.
Además, tanto en Washington como en Moscú existe un interés económico latente: la explotación de reservas de petróleo, gas y minerales críticos estimadas en la región. Cualquier acercamiento bilateral podría reconfigurar las reglas de cooperación o competencia en un espacio que hasta ahora ha estado marcado por tensiones latentes y la fragmentación de los foros multilaterales, como el Consejo Ártico, desde el comienzo de la guerra de Ucrania.
Cooperación espacial: ¿una agenda de retorno?
Entre los temas que podrían emerger de manera lateral en la cumbre figura la posibilidad de reactivar la cooperación espacial entre ambos países, un ámbito que en décadas pasadas fue uno de los pocos espacios de entendimiento pese a tensiones políticas.
Hasta 2022, la Estación Espacial Internacional (EEI) había simbolizado esa cooperación, con astronautas de la NASA y cosmonautas de Roscosmos trabajando conjuntamente en misiones de larga duración. La guerra en Ucrania interrumpió buena parte de estos intercambios, llevando a Rusia a anunciar planes para su propia estación orbital y a reforzar lazos con socios como China.
En caso de un deshielo parcial en las relaciones, podría discutirse un marco limitado de colaboración técnica en áreas como vuelos tripulados, intercambio de datos de observación de la Tierra y coordinación para misiones de defensa planetaria. Este último punto podría vincularse con el interés compartido en proteger infraestructuras espaciales críticas frente a amenazas de basura orbital o ciberataques.
No obstante, cualquier avance en este terreno dependería de la evolución del conflicto en Ucrania y de la postura del Congreso estadounidense, donde existe resistencia a retomar proyectos de alto perfil con Rusia sin concesiones políticas claras. La mera mención del tema en la agenda de Anchorage podría servir como señal de que, para ambas potencias, el espacio exterior sigue siendo un canal potencial para reconstruir confianza.
La reunión en Alaska concentra expectativas y escepticismos. Para Washington, puede ser una oportunidad para presionar por el fin de la guerra; para Moscú, un escenario para reposicionar su relación con Estados Unidos en términos de igualdad estratégica. Con el telón de fondo de sanciones, tensiones históricas, el simbolismo del Ártico, la posibilidad de reabrir la cooperación espacial y referencias a Yalta, el encuentro se desarrolla bajo una vigilancia internacional atenta y con la incógnita de si abrirá o no la puerta a un proceso de negociación más amplio.
¿Cómo queda Venezuela?
Es importante decir que Rusia y Venezuela han buscado mecanismos alternativos para el comercio bilateral en el contexto de las sanciones Occidentales como:
1.Uso de monedas nacionales o de terceros países en transacciones.
2.Transporte marítimo propio o de aliados, evitando rutas supervisadas por Occidente.
3.Intercambio de bienes y servicios energéticos, militares y tecnológicos fuera de los canales financieros convencionales.
Estas medidas han fortalecido la cooperación entre ambos países, aunque también los exponen a sanciones secundarias y presión diplomática internacional.
El contexto internacional actual se encuentra marcado por un orden global fragmentado. El mundo mantiene conflictos abiertos en Europa, África y Oriente Próximo, mientras que la región de Asia-Pacífico enfrenta crecientes tensiones. A esto se suma el auge de potencias emergentes y polos contrahegemónicos que desafían a los actores tradicionales, todo en un marco de incertidumbre geopolítica. En medio de este escenario, Venezuela, un país del Sur Global, busca reinsertarse en la arena internacional, en un contexto marcado por la presión de Estados Unidos para generar un quiebre en la administración de Nicolás Maduro.
La situación de Venezuela respecto a la guerra en Ucrania ha sido relevante, aunque poco comentada en los últimos acontecimientos. Para comprenderla, es necesario retroceder hasta marzo de 2024, cuando el diario The Sunday Times reveló que Boris Johnson, quien gobernó el Reino Unido entre 2019 y 2022, interrumpió sus vacaciones en República Dominicana para realizar un breve desvío a Venezuela y reunirse con el presidente Nicolás Maduro. Johnson, quien habla español con fluidez, parece haberse sentido cómodo en Caracas.
Según la prensa británica, el polémico viaje fue financiado por el fondo de inversiones Merlyn Advisors, dirigido por Maarten Petermann. No obstante, la visita habría sido comunicada al Ministerio de Exteriores del Reino Unido, entonces liderado por su amigo David Cameron, también ex primer ministro por los conservadores (“tories”).
Durante su encuentro con Maduro, Johnson habría enfatizado la necesidad de “restablecer la democracia” y discutido asuntos de la región del Esequibo, un territorio en disputa entre Venezuela y Guyana, antiguo enclave británico con importantes intereses petroleros. Otro tema abordado fue el apoyo venezolano a Rusia en la guerra de Ucrania, aunque oficialmente Caracas mantiene una posición de neutralidad. Según un portavoz de Johnson, el objetivo principal fue explorar “el posible restablecimiento de las relaciones entre Londres y Caracas”. La visita habría contado con el respaldo del Ministerio de Exteriores, aunque oficialmente se describió como una iniciativa personal de Johnson, no como un viaje de Estado.
Desde el inicio de la guerra en Ucrania, distintos países occidentales han buscado acercarse a Maduro, a pesar de no reconocerlo como jefe de Estado legítimo desde 2018. Ejemplos recientes incluyen las negociaciones en Doha, que permitieron un diálogo bilateral entre Estados Unidos y Venezuela bajo las administraciones de Biden y ahora Trump, facilitando el regreso de petroleras estadounidenses al mercado energético venezolano, así como el intercambio de personas retenidas en El Salvador y Venezuela.
Un punto importante de ese diálogo fue la visita a Caracas del enviado especial Richard Grenell. En la administración Trump existen dos enfoques diferentes respecto a Venezuela. Uno liderado por Marco Rubio de máxima presión y otro de Richard Grenell que ha buscado acuerdos y tiene un carácter más pragmático.
Retomando, hay que recordar que pocos días después de su estancia en Caracas, Johnson viajó a Ucrania para reunirse con Volodímir Zelensky, a quien apoyó firmemente durante su mandato. En este contexto, la situación energética resulta clave para entender el curso del conflicto en Ucrania, donde Rusia plantea una guerra de desgaste contra la OTAN, y la diversificación del suministro energético se convierte en un factor estratégico.
En medio de todo esto, no se puede ignorar la hipótesis de conflicto en torno al territorio Esequibo, donde Estados Unidos y Reino Unido han brindado apoyo militar a Guyana, y donde China, aliado estratégico de Maduro, tiene importantes intereses económicos. Este tema ha sido objeto de atención no solo por Johnson en su visita “informal” a Venezuela, sino también por actores internacionales como el G7, que ha expresado su preocupación por la escalada de tensiones.
El Financial Times publicó hace tiempo un artículo sobre los planes de ExxonMobil de consolidar lo que denomina “el último petroestado del mundo” en Guyana, mediante la explotación de petróleo en la fachada atlántica del Esequibo, donde se han descubierto aproximadamente 11.000 millones de barriles. China participa en estos proyectos a través del grupo Cnooc, mientras que ExxonMobil invierte millones de dólares en el bloque Stabroek, un territorio actualmente en disputa con Venezuela. En este contexto, la seguridad energética global y occidental se ve directamente afectada, y el Esequibo se convierte en un posible foco de conflicto estratégico a pocas horas del territorio estadounidense.
Rusia ha criticado el apoyo militar de Estados Unidos y Reino Unido a Guyana y ha profundizado su cooperación con Venezuela. Vale recordar que, en términos de reconocimiento de reclamaciones territoriales, Venezuela brindó un apoyo especial a Rusia durante la guerra de Georgia en 2008, al reconocer las repúblicas prorrusas de Osetia del Sur y Abjasia, que incluso mantienen embajadas en Caracas. No obstante, respecto a Ucrania, Maduro ha adoptado una postura más cautelosa que Chávez, sin reconocer a las repúblicas prorrusas de Donetsk y Lugansk en el Donbás.
La guerra en Ucrania también se refleja en el mercado energético venezolano. Un tema clave discutido por Johnson en Caracas fue precisamente la posición de Venezuela frente al conflicto y su potencial energético. La Licencia No. 44A emitida por la administración estadounidense de Biden en aquel momento dejaba en su punto B un hecho clave, pues establecía restricciones que afectan directamente a empresas rusas, prohibiendo:
1. La comisión de bienes o servicios, o nuevas inversiones en entidades en Venezuela propiedad de, controladas por, o en empresas conjuntas con, entidades ubicadas en Rusia.
2. Cualquier transacción relacionada con nuevas inversiones en el sector petrolero o de gas venezolano por personas o empresas rusas.
Estos puntos reflejan el intento de Estados Unidos de excluir a Gazprom y Rosneft, socios estratégicos de Maduro, del mercado energético venezolano. Las sanciones occidentales han tenido consecuencias directas: en 2023, los ingresos de Gazprom se desplomaron un 30%, representando una pérdida de 6.900 millones de euros, afectando la economía de guerra rusa.
Durante la primera administración Trump, los bancos rusos jugaron un papel fundamental en la triangulación financiera que permitió a Venezuela mitigar parcialmente los efectos de las sanciones internacionales. A través de este mecanismo, Caracas pudo mantener flujos financieros esenciales para la industria petrolera y la importación de bienes estratégicos, a pesar de las restricciones impuestas por la OFAC. Sin embargo, estas operaciones también aumentaron la exposición de Venezuela a la volatilidad del sistema financiero ruso y a la presión diplomática de Estados Unidos sobre intermediarios y entidades financieras.
La administración Trump emitió posteriormente una licencia privada y secreta para Chevron, cuyo objetivo principal sería frenar la expansión rusa y china en el mercado energético venezolano. Sin embargo, China sigue siendo el único país con capacidad financiera para ayudar a recuperar la industria petrolera venezolana, según Tamara Herrera en el libro “Sobre las Sanciones en Venezuela” publicado por la UCAB. Esto significa que un eventual levantamiento de sanciones a Rusia no garantiza que Maduro pueda recuperar automáticamente PDVSA o el resto del sector petrolero a través de un eventual financiamiento externo ruso. La situación de Rosneft también es compleja y poco conocida para una eventual vuelta a Venezuela, dado que parte de su propiedad y directiva corresponde a Qatar, país que actúa como intermediario entre Washington y Caracas. Con Gazprom ocurre algo similar, tampoco se conoce si tiene interés en volver a operar en Venezuela de manera oficial.
Cabe destacar que un eventual acuerdo internacional no necesariamente implicaría una negociación directa sobre la permanencia de Maduro en el poder. Como se abordará más adelante, existen otros temas estratégicos de relevancia entre Rusia y Estados Unidos que trascienden la situación venezolana. Sin embargo, si Washington y Moscú lograran aumentar su cooperación, podría abrirse la posibilidad de encauzar nuevamente un diálogo entre los actores internos en Venezuela.
En este contexto, la Administración Trump representa el principal respaldo para María Corina Machado y el sector de la oposición que lidera, mientras que Rusia ha sido el aliado clave en los momentos más críticos que ha enfrentado Maduro durante la última década. Desde una perspectiva estratégica, este escenario podría sentar las bases para impulsar una nueva negociación política interna en Venezuela. No obstante, este es un tema complejo que merece un análisis más detallado en otra ocasión y que no implica un mayor impulso para un eventual cambio político como se ha insistido de parte de algunos sectores.
Estados Unidos busca asegurar su participación en el mercado energético venezolano, limitar los ingresos de Rusia y favorecer la presencia de sus propias empresas en la explotación petrolera local, en el marco de la guerra de desgaste en Ucrania
Paralelamente, Francia ha desplegado esfuerzos diplomáticos relevantes. Macron, junto con Petro y Lula, promovió encuentros en París en 2022 y 2023 entre el gobierno y la oposición venezolana, buscando estabilidad y el retorno del crudo venezolano al mercado. Empresas como Maurel et Prom (Francia), Repsol (España) y ENI (Italia) buscan recuperar permisos revocados por la administración Trump. La Unión Europea, motivada por su necesidad de autonomía energética y la desconfianza hacia Rusia, podría encontrar oportunidades estratégicas, aunque sin asumir una línea tan firme como la de Estados Unidos respecto a Venezuela pero de momento la voluntad parece escasa entre Caracas y Bruselas.
Otros factores globales generan incertidumbre geopolítica. En Oriente Próximo, la situación sigue siendo de alto riesgo, con ataques hutíes en Yemen y el Mar Rojo. En el Cáucaso, el Acuerdo sobre el corredor de Zangezur, que conecta Azerbaiyán continental con su enclave de Najicheván a través del sur de Armenia, plantea un dilema de seguridad para Irán y refleja la pérdida parcial de influencia rusa, mientras Turquía y Estados Unidos avanzan como actores clave.
En África del Norte, Libia mantiene un conflicto que presiona el suministro energético hacia Europa, mientras empresas europeas buscan permisos para operar en Venezuela. En Sudán, Rusia consolida una base naval para patrullar el Mar Rojo, donde persisten tensiones sobre el tránsito de buques petroleros occidentales.
En este complejo tablero internacional, un eventual acuerdo de paz en Ucrania podría tener implicaciones significativas para Venezuela. Sin embargo, las múltiples variables —tensiones energéticas, territoriales y geopolíticas— requieren un análisis cuidadoso antes de prever escenarios de estabilidad, cambios y reinserción internacional del país.
La respuesta como siempre va más allá de un si y un no, toda vez que requiere un análisis profundo que permita a aprovechar la coyuntura internacional en favor de los venezolanos.