Fabián Campos es Economista Empresarial egresado de la Universidad Metropolitana y Coordinador de Escenarios y de la Encuesta Multisectorial Empresarial de Datanálisis.
Guacamaya, 9 de noviembre de 2025. En el artículo anterior, «¿Cómo se financian las empresas en Venezuela?», abordamos algunas de las alternativas que han manifestado las empresas para financiarse. Lógico, en un contexto con un crédito bancario limitado, alza en los precios e incertidumbre cambiaria, el financiamiento empresarial se vuelve imperativo. Pero, ¿dónde dejamos al consumidor final?
El Consumidor Venezolano se enfrenta a los mismos desafíos. Y de la misma forma que las empresas, busca alternativas para «financiar» su consumo y «preservar» sus ingresos.
Según los resultados de la Encuesta Nacional Ómnibus de Datanalisis, refiriéndose a su mindset de compra, un 42,9% de los encuestados manifestó que «planifica todo con cuidado para estirar el dinero lo máximo posible» y un 29,8% manifestó que «se enfoca en resolver el día a día, comprando lo que se puede con lo que se tiene».
Desde que Adam Smith introdujo el concepto del «ahorro como fuente de la inversión» en La Riqueza de las Naciones (1776), pasando por la «Función de Consumo» establecida por John Maynard Keynes en la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (1936), el «Consumo» ha sido entendido por los economistas (y no economistas) como algo «contrario» al «Ahorro». La idea es sencilla: Lo que no se consume, se ahorra (pudiéndose invertir o no).
Pero, ¿qué pasa cuándo la capacidad de ahorro se limita o el ahorro mismo se hace, hasta cierto punto, «inconveniente»?
Partiendo de que una de las principales estrategias de las empresas en Venezuela es maximizar el cumplimiento de los compromisos laborales (nómina, remuneraciones, bonificaciones) en bolívares, se puede asumir que los «quince y último» el sistema se «llena» de bolívares.
El consumidor venezolano, entonces, tiene 3 opciones:
1. Ahorrar en bolívares: No muy eficiente, considerando que se enfrenta a una devaluación relativamente constante y a un alza en el nivel de precios.
2. Ahorrar en divisas: Una buena estrategia, pero ante la escasez de divisas a precio oficial (tipo de cambio BCV), el consumidor tiende a recurrir a mercados no oficiales con precios (o tasas) más altas; por lo que tiende a disminuir su capacidad de adquisición de divisas en la medida de que la diferencia entre esos dos «precios de la divisa» aumenta.
3. Consumir para ahorrar: Entonces aparece una opción que, aunque parece contraintuitiva, representa una suerte de «resultado eficiente» para el venezolano, en dónde prefiere «proteger» su capacidad de compra adquiriendo bienes y servicios a «precio oficial», incluso manteniendo un ritmo de consumo por encima de lo usual.
En la tercera opción es donde se refleja otra particularidad de la economía de Venezuela, que rompe con años de postulados económicos y algunos doctorados honoris causa: El venezolano consume como mecanismo de ahorro. No porque necesariamente «quiera hacerlo» o lo tenga «en sus planes», sino, porque representa una mejor opción frente a sus alternativas (ahorrar en bolívares o adquirir divisas a precios no oficiales). Es allí donde aparece el fenómeno del «prefiero llenar la despensa» y el consumidor tiende a, volviendo al símil empresarial, hacer un «sobrestock» que ver su capacidad de ahorro reducida.
Y es allí dónde las empresas tienen la oportunidad de capitalizar espacios, ofreciendo opciones que estimulen esta «sobrecompra», sin dejar de entender la máxima del consumidor venezolano: Compra lo mejor que pueda con lo que se tiene. Es decir, sin caer en la tentación de competir por «precios» renunciando a la «calidad». Y si aún tiene dudas, puede ver cómo el bajar precios como estrategia aislada caracteriza a las empresas que han visto mayor caída en sus ventas.







