La OCS está integrada por ocho miembros plenos: China, Rusia, India, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Además, cuenta con Estados observadores como Irán (que recientemente se convirtió en miembro pleno), Bielorrusia y Mongolia, y con socios de diálogo como Turquía, Egipto, Qatar, Arabia Saudita y otros países que buscan vincularse a esta arquitectura regional. Fotografía: redes sociales .
Guacamaya, 1 de septiembre de 2025. La reciente Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), celebrada en China, se convirtió en un escenario de alta relevancia geopolítica que trasciende las fronteras de Asia Central. El encuentro reunió a líderes de grandes potencias y países emergentes, consolidando a la OCS como un espacio de diálogo y coordinación que busca ofrecer alternativas al orden internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial.
La presencia del Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, reflejó la importancia que el sistema multilateral le otorga a esta organización, pero también subrayó la tensión entre el modelo de gobernanza global promovido por Occidente y las propuestas alternativas que emergen desde Eurasia. La OCS, en este sentido, se consolida como un foro que va más allá de la seguridad regional, proyectándose como plataforma para la reconfiguración de normas e instituciones internacionales.
¿Qué es la OCS, cuál es su origen y estructura ?
Fundada en 2001 en Shanghái, la Organización de Cooperación de Shanghái tiene sus raíces en el denominado “Grupo de Shanghái”, creado en 1996 para gestionar disputas fronterizas entre China, Rusia y las repúblicas de Asia Central tras la disolución de la URSS. Con el tiempo, la organización expandió su mandato hacia la cooperación en seguridad, el combate al terrorismo, la estabilidad regional y la integración económica.
Actualmente, la OCS está integrada por ocho miembros plenos: China, Rusia, India, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Además, cuenta con Estados observadores como Irán (que recientemente se convirtió en miembro pleno), Bielorrusia y Mongolia, y con socios de diálogo como Turquía, Egipto, Qatar, Arabia Saudita y otros países que buscan vincularse a esta arquitectura regional. La diversidad de sus miembros convierte a la OCS en una organización que agrupa a casi la mitad de la población mundial y concentra una parte significativa de los recursos energéticos del planeta. Si lo vemos en cifras llega a abarcar cerca del 40% de la población mundial y más del 30% del PIB global y, tras la incorporación de Irán en 2023, controla el 20 % de las reservas de petróleo y el 44 % del gas natural.
La estructura institucional de la OCS refleja un modelo de gobernanza flexible, basado en el consenso y el respeto a la soberanía estatal. Sus principales órganos son:
Consejo de Jefes de Estado, que define las prioridades estratégicas.
Consejo de Jefes de Gobierno, encargado de la cooperación económica.
Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores, que coordina posiciones diplomáticas.
Secretariado Permanente, con sede en Pekín, responsable de la gestión cotidiana.
Estructura Regional Antiterrorista (RATS), con sede en Tashkent, enfocada en la lucha contra el terrorismo, separatismo y extremismo.
Este diseño institucional permite que la OCS combine elementos de seguridad colectiva con proyectos de integración económica y cooperación cultural, posicionándola como un foro multidimensional en Eurasia.
Iniciativas en el marco de la Cumbre de la OCS
En la Cumbre, China reforzó su protagonismo presentando y promoviendo iniciativas estratégicas que apuntan a consolidar su visión del orden global. La Iniciativa de Seguridad Global (GSI, por sus siglas en inglés), lanzada en 2022 por Xi Jinping, propone una nueva arquitectura de seguridad que prioriza el respeto a la soberanía, la no injerencia, la indivisibilidad de la seguridad y soluciones de “ganar-ganar”. Este planteamiento se proyecta como alternativa a los marcos de seguridad liderados por Occidente y ha encontrado eco entre países que enfrentan sanciones o tensiones con Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea.
Junto a ella, la Iniciativa de Gobernanza Global busca replantear las normas e instituciones internacionales con base en principios de equidad, multipolaridad y desarrollo inclusivo. Para China, estas propuestas son mecanismos que le permiten no solo disputar liderazgo, sino también reformular la narrativa global en torno a la cooperación, el desarrollo y la seguridad.
Xi Jinping y Guterres abordaron todos los aspectos de cooperación entre China y Naciones Unidas desde una perspectiva multilateralista y con la vista puesta en «una reforma de las instituciones internacionales y la arquitectura financiera global, según un comunicado emitido por la oficina del secretario general. Además, discutieron sobre la implementación del Pacto para el Futuro, que busca promover el desarrollo sostenible, así como temas cruciales como la inteligencia artificial, el cambio climático y los desarrollos globales y regionales.
Además, Xi anunció una plataforma de cooperación en industrias verdes y energéticas, acompañada de préstamos por 1.400 millones de dólares a los países miembros durante los próximos tres años, e instó a adoptar el sistema de satélites BeiDou como alternativa al GPS estadounidense. La cumbre también aprobó la hoja de ruta de la Estrategia de Cooperación Energética hasta 2030, que busca un sistema autosuficiente con gasoductos con Turquía como futuro hub regional
En el plano diplomático, los líderes aprobaron la Declaración de Tianjin, que reafirma principios de no injerencia, rechaza el uso de la fuerza en las relaciones internacionales y reclama una reforma profunda de Naciones Unidas para adaptarla a las realidades del siglo XXI. El texto condena además los ataques de Israel y Estados Unidos contra Irán el pasado junio, subraya la necesidad de garantizar la seguridad de las instalaciones nucleares “incluso durante conflictos armados” y apuesta por una solución justa para Palestina, denunciando la crisis humanitaria en Gaza.
La OCS también ratificó su compromiso con un Afganistán independiente, neutral y pacífico, adoptó 24 documentos de cooperación en seguridad, economía, cultura y desarrollo organizacional, y destacó los avances en materia antiterrorista logrados en la última década a través de la Estructura Regional Antiterrorista (RATS), con sede en Tashkent.
Uno de los anuncios centrales de la cumbre fue la creación de un banco de desarrollo propio de la OCS, una propuesta impulsada por Pekín desde hace más de una década y que hasta ahora había enfrentado la resistencia de Moscú. “Esta iniciativa supondrá un fuerte impulso para las infraestructuras y el desarrollo socioeconómico de los países miembros”, declaró el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi. El presidente Xi Jinping urgió a que la nueva institución financiera comience a operar “lo antes posible”, consolidando así un triunfo diplomático para China frente a la insistencia rusa de integrar a Pekín en el Banco de Desarrollo Euroasiático, dominado por Moscú y con sede en Kazajistán.
Turquía y su papel en la Cumbre
Una de las presencias más llamativas en esta edición fue la de Turquía, socio de diálogo de la OCS. Ankara se proyecta como mediador clave en conflictos como el de Ucrania y busca reforzar su influencia en Asia Central, región que considera parte de su esfera de influencia natural. Turquía apuesta a convertirse en un nodo de conexión euroasiático mediante la ampliación de infraestructura y corredores comerciales que aprovechen su posición estratégica entre Oriente y Occidente. Su rol en la OCS refleja la ambición de diversificar alianzas y reducir su dependencia de Occidente buscando aprovechar la situación de tensiones comerciales entre la UE y Estados Unidos por los aranceles convirtiéndose en el puente o la puerta de entrada a Europa de los mercados del sur y Centro de Asia y especialmente China para llenar el vacío que podría producirse si las tensiones entre Washington y Bruselas escalan.
La foto Xi–Modi–Putin: símbolo de desafio que demanda atención.
Uno de los momentos más comentados de la Cumbre fue la fotografía conjunta de Xi Jinping, Narendra Modi y Vladimir Putin. La imagen simboliza un desafío a las estrategias de Estados Unidos, particularmente al fallido intento de la administración Trump y su Secretario de Estado, Marco Rubio de alejar a Rusia de la influencia china. Por el contrario, las sanciones occidentales impuestas a Moscú tras la guerra en Ucrania han fortalecido su dependencia de Pekín y ha aumentado su cooperación con India.
En el caso de India, la imagen también envió un mensaje potente: pese a las presiones de Washington, que incluso amenazó con imponer aranceles si Nueva Delhi continuaba comprando petróleo ruso, Modi reafirmó la autonomía estratégica de su país. India busca mantener relaciones con todos los polos de poder, defendiendo su margen de maniobra en el marco de un orden internacional en disputa.
Reformas multilaterales y alternativas financieras
La Cumbre dejó claro que la OCS ya no es solo un foro regional. La presencia del Secretario General de la ONU y la agenda discutida reflejaron un cuestionamiento abierto al sistema multilateral diseñado por las potencias del norte global tras 1945. El alineamiento de países sancionados y potencias emergentes en torno a la creación de nuevas instituciones financieras —incluyendo propuestas para una alternativa al sistema SWIFT— evidencia el surgimiento de un bloque que busca mayor autonomía frente a las presiones económicas de Occidente.
En este contexto, China se presenta como defensora de un nuevo multilateralismo, pero bajo una concepción adaptada a sus intereses y reglas, por eso la insistencia de la reforma. Estados Unidos, en contraste, ha mostrado signos de repliegue en los organismos multilaterales, lo que abre espacio para que actores como China, Rusia, India y Turquía impulsen reformas que ajusten la gobernanza global a sus necesidades estratégicas lo que tendría implicaciones muy relevantes para América Latina y África y sus respectivas realidades.