Líderes en la foto oficial de la COP30 Amazonía. Fotografía: redes sociales de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España
Guacamaya, 7 de noviembre de 2025. Desde el corazón de la Amazonía, más de 60 líderes mundiales se reúnen en la COP30 para definir el futuro de la acción climática. La cumbre, presidida por Luiz Inácio Lula da Silva, busca transformar la ambición en resultados concretos frente al calentamiento global. El Papa León XIV exhorta a una “conversión ecológica” y la OMM advierte sobre la creciente vulnerabilidad de América Latina, con Venezuela entre los países afectados por el cambio climático.
La Amazonía como símbolo global
Por primera vez en la historia, una Conferencia del Clima tiene lugar en el corazón de la Amazonía. Lula da Silva inauguró la Cumbre destacando el carácter simbólico y urgente de la cita:
“En el imaginario global, no hay símbolo mayor de la causa ambiental que la selva amazónica”, afirmó el mandatario brasileño. “Aquí corren los miles de ríos e igarapés que forman la mayor cuenca hidrográfica del planeta, aquí habitan las especies que componen el bioma más diverso de la Tierra. Pero ese gran patrimonio natural está bajo amenaza por los efectos del cambio climático.”
El líder brasileño advirtió que 2024 fue el primer año en que la temperatura media mundial superó 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales.
“La COP30 será la COP de la verdad. Es hora de enfrentar la realidad y decidir si tendremos el coraje necesario para transformarla”, sentenció Lula, subrayando que la crisis climática solo puede enfrentarse mediante cooperación internacional y un multilateralismo fortalecido.
Un encuentro de alto nivel con ausencias notables
Más de 60 jefes de Estado y de Gobierno participan en la Cumbre de Belém, entre ellos Gabriel Boric (Chile), Gustavo Petro (Colombia), Emmanuel Macron (Francia), Friedrich Merz (Alemania), Pedro Sánchez (España), Keir Starmer (Reino Unido), Luís Montenegro (Portugal) y Ahmed al Sharaa (Siria). La Unión Europea anunció, en vísperas de la reunión, un nuevo acuerdo para fijar sus objetivos climáticos.
Sin embargo, dos ausencias resaltan: Xi Jinping (China) y Donald Trump (Estados Unidos) —líderes de los dos países más contaminantes del planeta— declinaron la invitación del anfitrión brasileño.
El encuentro se desarrollará durante dos días con una sesión plenaria y tres mesas temáticas dedicadas a clima y naturaleza, transición energética y revisión del Acuerdo de París, que cumple diez años de su aprobación.
El llamado del Papa León XIV: ecología, moral y paz
El mensaje papal, transmitido por el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, marcó un tono espiritual y ético en la apertura.
“Si quieren cultivar la paz, cuiden la creación”, citó Parolin, aludiendo a las palabras del Pontífice, quien instó a una “conversión ecológica” que reconozca la sacralidad de la vida y el bien común.
León XIV advirtió que la paz también está amenazada por “la falta de respeto a la creación, el saqueo de los recursos naturales y el deterioro de la calidad de vida debido al cambio climático”.
“La crisis ecológica es una cuestión moral”, reiteró, llamando a un nuevo sentido de solidaridad y a una arquitectura financiera internacional centrada en la persona humana.
El Papa pidió asimismo reconocer “el vínculo entre la deuda ecológica y la deuda externa” y promover una “educación en ecología integral” que conecte decisiones cotidianas con el destino del planeta.
“Que esta conversión ecológica inspire una nueva solidaridad que salvaguarde tanto la creación como la dignidad humana”, concluyó el mensaje.
Nace el Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF)
Uno de los hitos de Belém fue el lanzamiento del Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF, por sus siglas en inglés), firmado por 53 países. La iniciativa busca financiar estrategias de conservación permanentes y fortalecer alianzas entre naciones con bosques tropicales y países donantes.
Entre los compromisos anunciados destacan:
Noruega: USD 3.000 millones en diez años.
Francia: USD 577 millones hasta 2030.
Brasil e Indonesia: USD 1.000 millones cada uno.
Portugal: USD 1 millón.
Alemania: ratificó su respaldo y discute la cifra final.
El TFFF aspira a movilizar USD 125.000 millones —USD 25.000 millones en capital soberano y USD 100.000 millones de inversionistas institucionales— y busca cubrir la brecha anual de USD 66.700 millones estimada por el PNUMA para proteger y restaurar bosques.
Mauro Vieira, canciller brasileño, subrayó la naturaleza innovadora del mecanismo:
“El TFFF refleja la visión diplomática de Brasil: los países tropicales saben cómo conservar sus bosques. Este fondo les otorga poder y recursos estables. Su gobernanza paritaria y el 20% de fondos destinados a pueblos indígenas marcan un cambio transformador.”
Clima y naturaleza: los bosques y los océanos en el centro del debate
La primera sesión temática, “Clima y Naturaleza: Bosques y Océanos”, contó con las intervenciones de Lula, António Guterres y Jacinda Ardern. El presidente brasileño celebró la reducción de la deforestación amazónica en más del 50% y se comprometió a recuperar 40 millones de hectáreas de pastizales degradados en una década.
“La selva no es solo fauna y flora: 50 millones de personas viven en el territorio amazónico”, recordó.
Guterres, por su parte, enfatizó que la protección de los bosques “no es un acto de caridad, sino una responsabilidad moral y económica”, y aplaudió el lanzamiento del TFFF. También subrayó la urgencia de detener la deforestación antes de 2030 para mantener el límite de 1,5 °C de aumento global.
Sobre los océanos, Lula alertó que su calentamiento amenaza la formación de lluvias en la Amazonía, con consecuencias devastadoras. Defendió el Tratado de Alta Mar, que Brasil ratificará antes de fin de año, y Ardern pidió integrar plenamente los océanos en la agenda climática global:
“Es hora de financiar su restauración y protección. Representan el 71% de la superficie del planeta.”
Hacia una década de resultados
En su discurso de cierre, António Guterres enfatizó que el mundo entra en “una década de aceleración y resultados”:
“Ya no es tiempo de nuevas negociaciones, sino de implementación, implementación e implementación.”
Lula concluyó la jornada llamando a una acción colectiva que conecte la ciencia con la vida cotidiana:
“Las personas pueden no entender qué son las emisiones de carbono, pero sienten la contaminación. Pueden no conocer los sumideros, pero saben que los bosques y océanos dan vida. La COP30 será recordada como la COP del coraje colectivo.”
Venezuela y el cambio climático: una alerta regional
Por Venezuela asistió a la cumbre el canciller Yvan Gil en representación de Nicolás Maduro y su administración y sostuvo reuniones con el enviado presidencial de Rusia
Es pertinente recordar que el Informe de la Organización Meteorológica Mundial (WMO-1367-2024), sitúa a Venezuela entre los países del norte de Sudamérica más afectados por el cambio climático.
El país registró anomalías de temperatura superiores a 1,2 °C respecto al promedio histórico, con olas de calor recurrentes en Caracas, Maracaibo y Ciudad Guayana.
Durante 2023, inundaciones y deslizamientos en el norte y occidente —especialmente en Mérida y el Litoral Central— estuvieron vinculados a lluvias extremas amplificadas por El Niño y el calentamiento del Atlántico tropical.
Venezuela enfrenta riesgos crecientes en su seguridad hídrica y energética debido a su alta dependencia de la hidroelectricidad. La cuenca del Caroní registró niveles bajos de caudal, afectando la generación en la represa de Guri, pieza central del sistema eléctrico nacional.
La OMM advierte también sobre la pérdida de biodiversidad en los ecosistemas del Orinoco y la Amazonía venezolana, y sobre el impacto social en comunidades rurales e indígenas con baja capacidad de adaptación.
Finalmente, el informe destaca el papel del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (INAMEH) en la red regional de observación y alerta temprana de la OMM, especialmente en el seguimiento de huracanes del Caribe.
Estos datos refuerzan el llamado de la COP30 a vincular el financiamiento climático con la resiliencia social y energética de los países en desarrollo. En palabras del secretario ejecutivo de la UNFCCC, Simon Stiell, “los recursos existen, la ciencia es clara, el imperativo moral es innegable”.
¿Por qué a Venezuela debe importarle la COP30?
La COP30 no es un debate distante para Venezuela: es una cuestión de supervivencia nacional.
El informe de la OMM de 2024 confirma que el país está experimentando una aceleración de los impactos climáticos —mayores temperaturas, variabilidad hídrica y degradación de ecosistemas— que afectan directamente su economía, su energía y su tejido social.
Primero, el sistema hidroeléctrico del Caroní, responsable de más del 60 % de la electricidad del país, depende de lluvias estacionales cada vez más erráticas. Una sequía prolongada o un patrón de precipitación alterado puede tener consecuencias catastróficas en el suministro eléctrico y en la estabilidad económica.
Segundo, las lluvias extremas y los deslizamientos, como los ocurridos en Mérida o en el litoral central, reflejan una mayor vulnerabilidad de la infraestructura y de las poblaciones urbanas y rurales, que enfrentan el cambio climático sin planificación territorial ni mecanismos de alerta eficientes.
Tercero, el aumento de la temperatura y la degradación de los ecosistemas amazónicos y del Orinoco comprometen la biodiversidad, la seguridad alimentaria y las condiciones de vida de las comunidades indígenas y campesinas .
Por último, la COP30 representa una oportunidad política: una plataforma para que Venezuela- no solo el Estado – también las organizaciones de la sociedad reactiven su participación en los mecanismos multilaterales de acción climática y promueva políticas de adaptación y resiliencia a escala nacional. No obstante, el contexto interno en el país es sumamente limitado y a nivel externo no es diferente debido al aislamiento del país.
Comprender la importancia de la COP no es solo un ejercicio de entendimiento global. Es asumir que el futuro energético, económico y ecológico de Venezuela depende, en gran medida, de las decisiones que se tomen hoy en foros como el de Belém.
En un país que ha vivido décadas de crisis económicas, políticas, sociales y ambientales simultáneas, el cambio climático ya no es una advertencia: es una realidad que exige acción.







