¿Qué implicaciones tiene la guerra entre Irán e Israel para Venezuela?

Un mural en el centro de Caracas celebra la alianza entre Venezuela e Irán. Fotografía: Guacamaya.

Guacamaya, 19 de junio de 2025. En 2025, Oriente Próximo vuelve a estar en el centro de una tormenta geopolítica que promete tener efectos en todo el mundo. La tensión entre Irán e Israel ha ido creciendo, y todo podría desbordarse en una pelea directa entre ambos. Estados Unidos, que tradicionalmente ha tenido un papel activo en la región, ha decidido aumentar su presencia militar, advirtiendo que hará lo que sea necesario si Israel se ve amenazado.

Pero mientras todos estos acontecimientos se desarrollan, hay un país en el extremo oeste del mapa que puede parecer distante de todo esto: Venezuela. A pesar de estar lidiando con sus propios problemas internos, como la polarización, las tensiones en el Esequibo, la crisis multidimensional y una economía golpeada por sanciones, Caracas no puede ignorar lo que sucede en esa parte del mundo.

La era Chávez y su política exterior con Oriente Próximo

La historia de la política exterior venezolana ha estado marcada por una clara oposición al orden liberal que han defendido las potencias occidentales. Desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999, adoptó una postura crítica y desafiante. Hay que recordar que en el año 2000, Chávez fue el primer líder en visitar a Saddam Hussein después de la Guerra del Golfo en 1991. Fue un movimiento clave y fue presentado como una experiencia épica: viajó a Irak pasando por tierra desde Irán para evitar el embargo aéreo que imponía la ONU. Algunos en Washington vieron eso como un insulto, mientras que él lo consideraba un acto de desafío a la hegemonía estadounidense.

Desde Bagdad, criticó abiertamente la política de aislamiento que Estados Unidos imponía a Irak y consideró las reacciones de Washington como una “falta de respeto al pueblo venezolano”.

La situación de Venezuela siempre ha tenido sus contradicciones. Para ese entonces, era el mayor exportador de petróleo a Estados Unidos, lo que ilustra la complicada relación entre estar en desacuerdo con un poder y depender de él económicamente.

En 2006, Venezuela fue admitida como Estado observador de la Liga Árabe, y Hugo Chávez buscó seguir acercándose a la región, apoyando a Palestina y cuestionando a Israel.

Luego, años más tarde, durante el levantamiento contra Muamar Gadafi en Libia, Chávez propuso una iniciativa de mediación respaldada por la Unión Africana. La oposición libia la rechazó. Desde Caracas, se denunciaba que Estados Unidos y Europa pretendían apoderarse de los recursos energéticos libios. En 2011, la intervención de la OTAN lo desencantó profundamente.

Los entonces presidentes de Venezuela e Irán, Hugo Chávez y Mahmud Ahmadinejad, en el Palacio de Miraflores en 2010. Fotografía: Prensa Miraflores.

Maduro y Chávez: una misma base de política exterior y dos contextos distintos

En contraste, Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez, ha tenido que optar por un enfoque más pragmático debido a que el contexto es diferente tanto en términos externos como internos. Después de enfrentar una presión intensa durante la administración Trump, vio que dialogar con Washington y Bruselas no necesariamente significaba romper las relaciones con Rusia e Irán. Durante los primeros meses del conflicto en Ucrania, aunque apoyó a Rusia verbalmente, no reconoció oficialmente a las repúblicas de Donetsk y Lugansk, lo cual fue un movimiento astuto y distinto a lo que hizo Hugo Chávez, por ejemplo, en la guerra de Georgia en 2008, cuando Venezuela se convirtió en uno de los pocos países que reconoció a Osetia del Sur y a Abjasia como repúblicas. A medida que la crisis energética en Europa se intensificaba, Caracas se encontró recibiendo visitas de funcionarios estadounidenses después de años de frialdad y hostilidad.

En ese orden de ideas, la guerra en Ucrania fue un punto de inflexión. Aunque el gobierno de Maduro mostró su apoyo a Rusia y evitó pasos más comprometidos como reconocer oficialmente a las repúblicas de Donetsk y Lugansk.

Ese gesto no fue casual. En los primeros meses del conflicto, delegaciones estadounidenses visitaron Caracas. Allí comenzó un proceso de negociación que permitió reactivar parcialmente la industria petrolera, con empresas como Chevron operando bajo licencias especiales.

La lección fue clara: ser flexible no significa ceder en los principios, pero puede abrir espacios valiosos. En un mundo en transformación, el pragmatismo se convirtió en una herramienta de supervivencia.

Cabe mencionar que toda esta experiencia podría influir en cómo Venezuela reaccione si surge una batalla mayor entre Irán e Israel. Es probable que Maduro exprese su apoyo hacia Teherán desde un lugar retórico, aludiendo a la soberanía y la no intervención, pero sin lanzarse de lleno como lo hizo Chávez en el pasado con Libia o Irak, donde quiso jugar un papel más activo, aprovechando el liderazgo regional que llegó a tener, una situación muy diferente a la de Maduro hoy día.

¿Cuál es la postura de la oposición venezolana respecto a Oriente Próximo?

Ahora, es curioso observar cómo la oposición, que ha estado en desacuerdo con el gobierno, tiene una visión de política exterior completamente diferente, y en el caso de Oriente Próximo es donde quizás más se ilustra. Para empezar, tradicionalmente la oposición ha estado intentando fortalecer los lazos con Estados Unidos y Europa.

Recientemente, Edmundo González Urrutia se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Gideon Saar, quien lo invitó a visitar oficialmente Israel, en un encuentro que el Comando Con Venezuela calificó como histórico. Por su parte, Machado y su agrupación Vente Venezuela mantienen lazos y acuerdos de cooperación con el partido Likud, dirigido por Benjamin Netanyahu.

En 2009, esos contrastes con la política exterior del chavismo ya eran visibles, cuando sectores opositores criticaron y protestaron la visita del presidente iraní Ahmadineyad a Caracas, en un momento en que Chávez rompía relaciones con Israel por su ofensiva militar en Gaza.

Dron militar iraní ensamblado en Venezuela, expuesto en la Expo-Feria Gobierno 2024. Fotografía: Guacamaya.

Cooperación entre Irán y Venezuela

Frente a un sistema internacional que excluye a ambos, Irán y Venezuela han encontrado formas creativas de cooperar. La relación entre Venezuela e Irán no es solo ideológica. Han trabajado juntos en el sector energético para resistir las sanciones. A pesar de estos esfuerzos por mantener la producción en pie, cualquier conflicto en la región podría poner en riesgo esta alianza y dejar a Venezuela más vulnerable de lo que ya está.

Teherán ha suministrado componentes químicos clave para la refinación de gasolina en Venezuela. También han intercambiado petróleo: Irán suministraba crudo ligero y diluyentes, vitales para procesar el alquitrán venezolano. Entonces, el primero vendía el producto terminado a China a grandes descuentos.

Ya en el conflicto entre Rusia y Ucrania, Venezuela sufrió las consecuencias directas de la exclusión de Moscú del sistema financiero internacional, pues el sistema financiero ruso gestionaba cerca del 60 % de las exportaciones venezolanas, según Ecoanalítica, y posteriormente entregaba dólares en efectivo a PDVSA. Solo por citar un ejemplo de las implicaciones que tuvo la guerra de Ucrania en Venezuela.

En tal sentido, Venezuela, al ser un país sancionado y bajo presión de aislamiento, es dependiente de sus contadas alianzas políticas. Por lo tanto, cualquier conflicto en el que estas se vean involucradas afectará de alguna forma a Caracas y sus autoridades.

¿Qué implicaciones tiene el estrecho de Ormuz y la amenaza del estrangulamiento global para Venezuela?

Hablando del estrecho de Ormuz, es clave mencionar que por allí pasa cerca del 20 % del petróleo del mundo. Si Irán decidiera cerrar esa vía, podríamos ver un aumento drástico en los precios del crudo. Sin embargo, incluso si eso sucediera, la capacidad de Venezuela para beneficiarse es limitada por sus problemas internos y las sanciones que enfrenta. La producción ha estado en caída, y el acceso al financiamiento es casi inexistente.

Para Venezuela, esto podría parecer una bendición: precios altos significan mayores ingresos. Pero la realidad es otra. Con su producción deprimida, sanciones vigentes y mercados limitados, el país no está en capacidad de capitalizar un boom petrolero global. Sin embargo, países como China —actualmente el mayor comprador de Irán— podrían aumentar su demanda de crudo venezolano, aunque es posible que las rutas hacia Asia se vean afectadas si existe un conflicto armado más amplio, lo que puede tener repercusiones en los costos de transporte y logística.

Una crisis energética, desde luego, siempre tendrá implicaciones para el país con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, marcando quizás una posible dinámica diferente en la relación con diversos actores tanto internos como externos.

Por el estrecho de Ormuz transitan un gran número de embarcaciones petroleras y gasíferas, volviéndolo vital para el mercado energético global. Imagen: Hégésippe Cormier.

¿Y si Irán abandona el TNP?

Una retirada iraní del Tratado de No Proliferación Nuclear podría redefinir todo el tablero. Corea del Norte siguió ese camino en 2003 y hoy es un actor con capacidad disuasiva. Libia, por el contrario, renunció a su programa y fue derrocada poco después. En ese sentido, la situación actual —si Irán logra resistir— puede acabar por integrarlo de lleno en el eje de cooperación que han venido construyendo Rusia y Corea del Norte, dando forma a un eje de países sancionados y aislados, al que Venezuela seguramente prestará atención si sigue recibiendo mayores presiones de Washington.

Al final, Venezuela está observando lo que sucede y sopesando su propia estrategia. La división entre el gobierno y la oposición podría volverse aún más evidente si la situación entre Irán e Israel se agrava. Mientras el gobierno pretenderá mantener su discurso de resistencia, la oposición buscará acercarse a potencias como Israel y Estados Unidos para denunciar los vínculos de Caracas con Teherán.

Dentro de Estados Unidos, las posiciones también se dividen. El sector neoconservador, encabezado por Marco Rubio, cercano a María Corina Machado y afín a la línea dura de la oposición venezolana, impulsa el regreso de las sanciones más severas y un mayor aislamiento. Pero otra corriente dentro del trumpismo, representada por figuras como Richard Grenell, Enviado Especial para Venezuela y Corea del Norte apuesta por un enfoque más pragmático. Incluso voces influyentes como Tucker Carlson han advertido contra una nueva intervención en Oriente Próximo.

El sector de la oposición venezolana encabezado por María Corina Machado seguramente lo verá como una oportunidad de vincular a Maduro con Irán, con el apoyo de los sectores neoconservadores, para justificar mayores presiones contra el país.

En tal sentido, no es descartable que el sector de la administración Trump que ha apostado por un entendimiento con Caracas vea en el conflicto una oportunidad para plantear nuevamente su tesis de mantener la presencia de Estados Unidos en el mercado energético venezolano, dado que el mercado ruso e iraní estarán sancionados y con dos países en guerra abierta contra otro Estado. Sin embargo, la situación dentro de la propia coalición MAGA puede enfrentar mayores fisuras y un choque abierto con los neoconservadores, haciendo más inestable la situación.

La lucha entre Irán e Israel podría llevar a un nuevo nivel de conflictos globales. En este contexto, Venezuela se encuentra en un punto delicado, caminando una línea entre aprovechar oportunidades y tener que enfrentar riesgos. Los cambios en el estrecho de Ormuz, aunque potencialmente beneficiosos en teoría, se enfrentan a una dura realidad debido a las sanciones que siguen limitando la industria petrolera venezolana. La situación es compleja, y cada paso que Maduro decida dar tendrá que ser muy bien pensado, especialmente mientras la oposición busca construir sus propias relaciones en medio de este caos.

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