Migrantes retornan en barcos a Sudamérica tras ver frustrada su posibilidad de asilo en EE UU

Un grupo de personas refugiadas y migrantes camina hacia el pueblo de Canaan, en el extremo sur de Panamá, tras cruzar el Tapón del Darién. Fotografía: ACNUR/Nicolo Filippo Rosso.

Un grupo de personas refugiadas y migrantes camina hacia el pueblo de Canaan, en el extremo sur de Panamá, tras cruzar el Tapón del Darién. Fotografía: ACNUR/Nicolo Filippo Rosso.

Guacamaya, 23 de febrero de 2025. Cientos de migrantes venezolanos y de otras naciones andinas están emprendiendo el viaje de regreso a Sudamérica, abandonando el “sueño americano” y optando por nuevas oportunidades en el sur del continente. El fenómeno, conocido como “flujo migratorio inverso”,  ha comenzado a tomar fuerza, especialmente entre los venezolanos que, tras meses de intentos fallidos por establecerse en Estados Unidos, han decidido cambiar de rumbo.

Según un reportaje de AP, centenares de viajeros irregulares, incluidos niños, y la gran mayoría venezolanos y colombianos, se encontraban recientemente en una localidad cercana al Puerto Cartí, en la comunidad indígena panameña de Guna Yala, listos para tomar una embarcación con destino al sur.

Entre estos migrantes, señala el reportaje, se encuentra Karla Castillo, de 36 años de edad, quien viajaba con su hermana menor, e intentó obtener una cita migratoria a través de la aplicación CBP One, habilitada por la Administración de Joe Biden pero anulada en enero pasado por la de Trump. “Nunca nos salió la cita (…) Y con la llegada de Trump y la eliminación de la aplicación (CBP One) se esfumaron todas nuestras esperanzas”, señaló Castillo a AP.

La ruta marítima y sus desafíos

El viaje de retorno no está exento de peligros. Los migrantes deben atravesar, ahora en sentido contrario, la peligrosa selva del Darién, frontera natural entre Panamá y Colombia que ha sido testigo de un éxodo masivo hacia el norte en los últimos años.

Hace apenas una semana, un trágico incidente en las aguas de las costas panameñas resultó en la muerte de una niña venezolana de ocho años. Este hecho pone de manifiesto los peligros letales a los que todavía se enfrentan aquellos que buscan mejorar sus vidas al emprender estos viajes.

Con el colapso de gran parte de la industria del tráfico de migrantes en el Darién, algunos traficantes están explotando la migración inversa, al cobrar entre $200 y $260 por persona, incluidos menores, para viajes en bote. Se les ofrece alojamiento en colchonetas sobre la tierra y la posibilidad de cargar sus teléfonos móviles y comida, previo al traslado.

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