China se ha convertido en el principal destino de las exportaciones venezolanas de petróleo. Fotografía: redes sociales
Guacamaya, 4 de septiembre de 2025. Fuentes de la agencia Reuters indicaron la llegada de la plataforma flotante Alula al Lago de Maracaibo marca un nuevo capítulo en la cooperación energética entre China y Venezuela. El proyecto, valorado en 1.000 millones de dólares y liderado por China Concord Resources Corp (CCRC) en alianza con Petróleos de Venezuela (PDVSA), busca reactivar la producción en los campos Lago Cinco y Lagunillas Lago, con una meta de 60.000 barriles diarios para 2026.
Este movimiento es significativo por varias razones. En primer lugar, rompe con la tendencia de retracción de la inversión extranjera en Venezuela desde que Estados Unidos impuso sanciones petroleras en 2019, las cuales han limitado el acceso del país a financiamiento e infraestructura. La presencia de CCRC, una empresa privada china, refleja la voluntad de Pekín de aprovechar los espacios abiertos por el aislamiento internacional de Caracas.
Además, el proyecto prevé una diferenciación en la producción: el crudo liviano será entregado a PDVSA para su uso interno, mientras que el crudo pesado se destinará al mercado chino. Esto no solo asegura el flujo de hidrocarburos hacia Asia, sino que refuerza el papel de Venezuela como proveedor energético en el marco de la creciente competencia geopolítica entre China y Estados Unidos.
La infraestructura petrolera venezolana, particularmente en el Lago de Maracaibo, había estado marcada por el abandono y la falta de inversión en la última década. La instalación de la plataforma Alula, que partió de Zhoushan (China) y enarbola bandera de Santo Tomé y Príncipe, representa la primera gran modernización en la región en años.
En paralelo, PDVSA ha logrado estabilizar la producción en torno a 1 millón de barriles diarios en 2025, con exportaciones que en agosto alcanzaron un máximo de nueve meses, de 966.500 barriles diarios. La alianza con CCRC podría consolidar esa recuperación parcial y abrir espacio a futuros acuerdos con actores asiáticos.
La jugada encaja en una estrategia más amplia de China de diversificar sus fuentes energéticas en países sancionados por Occidente, como Irán y Rusia, donde empresas chinas han tenido un rol clave en mantener la producción. En Venezuela, ese papel podría convertirse en un salvavidas económico para el gobierno de Nicolás Maduro, pero también en un nuevo frente de tensión en la ya compleja relación entre Washington y Pekín.