Fotografía de la videoconferencia entre los presidentes Vladimir Putin y Nicolás Maduro. Prensa Presidencial.
Guacamaya, 15 de marzo de 2025. En medio de la guerra en Ucrania, el acercamiento entre Donald Trump y Vladimir Putin, y la disputa por el Esequibo, Venezuela y Rusia culminaron un acuerdo de asociación estratégica que combina retórica antifascista.
Tiene antecedentes que engloban proyectos energéticos en zonas en disputa, cooperación espacial y la posiblidad de un retorno a un escenario de “máxima presión sobre Venezuela revelan una alianza que desafía a Occidente en un momento de presiones internacionales sobre Caracas y que tiene implicaciones en el equilibrio geopolítico en América Latina
Retórica antifascista y legitimación histórica
Durante la videoconferencia entre Vladimir Putin y Nicolás Maduro, ambos líderes elevaron su relación al “nivel de asociación estratégica”, basada en una “visión compartida del mundo”. Maduro, evocando los 80 años de relaciones diplomáticas, destacó el apoyo de Venezuela a la URSS en la Segunda Guerra Mundial:
“Hace 80 años nuestro país sumó modestamente su palabra desde la patria de Bolívar para acompañar lo que fue la Gran Victoria contra el nazifascismo” afirmó el líder del gobierno venezolano. Este discurso se materializará con un monumento al Ejército Rojo en Caracas, un gesto que alinea a Venezuela con la narrativa antifascista rusa, inspirada en el “mito político de la República Democrática Alemana” (RDA)” analizado por Raina Zimmering”.
Según Zimmering, el antifascismo en la Alemania Oriental vinculaba el capitalismo y fascismo para justificar la cohesión nacional bajo una misma identidad y cosmovisión. Rusia y Venezuela replican este recurso, un ejemplo de ello es cuando Sergei Lavrov, ministro de Exteriores de Rusia denunció en un telegrama la “lucha contra el neonazismo y prácticas neocoloniales” en su comunicación con el Yvan Gil, canciller de Venezuela, mientras Maduro acusa a EE.UU. de “distorsionar la verdad histórica”. Este relato no solo busca legitimar internamente a ambos gobiernos, sino proyectar una imagen de resistencia global contra un orden occidental que califican de opresor.
Cooperación militar y teatro de poder: Submarinos nucleares en el Caribe
Es importante recordar que en un movimiento calculado, Rusia desplegó en 2024 la Flota del Norte incluido el submarino nuclear Kazán en aguas venezolanas, coincidiendo con el inicio de la campaña electoral de Maduro y un día después del anunció del gobierno venezolano de reanudar las negociaciones con EE.UU. Este despliegue, fue presentado como “ejercicios conjuntos” y envió un mensaje claro: Moscú respalda a Maduro frente a presiones externas, como ya hizo en 2020 al investigar la “Operación Gedeón”, una denuncia de ambos gobiernos sobre “desestabilización con mercenarios estadounidenses en Venezuela” que Rusia llevó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para su discusión.
Putin, además, invitó a Maduro a las celebraciones del “Día de la Victoria en Moscú”, reforzando el vínculo simbólico-militar, este año el desfile tendrá una carga especial, Rusia espera que los acercamientos de la administración Trump permitan poner fin a la guerra de Ucrania bajo los términos que Moscú considere aceptables, además la alianza Atlántica entre Estados Unidos y la Unión Europea se va deteriorando rápidamente.
Por su parte, la invitación a Maduro le permite romper con el aislamiento que una parte de la región latinoamericana y del Occidente político parece haber intentado imponer nuevamente después de las elecciones presidenciales de 2024, es también otra muestra de que cuenta con aliados en un momento donde Venezuela los busca y los necesita ante la eventual salida por orden de Estados Unidos de las empresas energéticas occidentales del país.
Energía y geopolítica: Rosneft, Chevron, Campo Dragón y el Esequibo:
La alianza energética ha sido clave. En 2019, según Reuters, Rosneft absorbió el 62% de las exportaciones petroleras venezolanas, salvando a PDVSA del colapso por sanciones. Rosneft fue fundamental en el esquema de evasión de sanciones impuestas a PDVSA por los Estados Unidos en ese año en lo que se ha conocido como un “escenario de máxima presión”.
Aunque Rosneft se retiró en 2020 debido a presiones estadounidenses, transfirió sus activos al estado ruso, manteniendo los intereses de Moscú en la región. Según Bloomberg en 2019 Rosneft evaluó ingresar al Bloque 5 de la Plataforma Deltana, cerca de la zona donde ExxonMobil explora en aguas en disputa, área que Maduro prometió defender de “injerencistas” y que Venezuela considera suya.
En 2019 Reuters informó que Venezuela modificó un acuerdo para eximir de impuestos a Rosneft en los campos de gas Patao y Mejillones en las aguas cercanas al Golfo de Paria en la frontera marítima con Trinidad y Tobago, no obstante esto no pudo llevarse a cabo ni concretarse.
La salida de Rosneft en 2020 fue un punto de inflexión importante que vino seguido con la aprobación de licencias por parte de la antigua administración de Estados Unidos liderada por el expresidente Joe Biden para empresas occidentales como Chevron, Repsol de España, ENI de Italia y Maurel y Prom de Francia ayudaron a que los actores occidentales volvieran a ganar espacio espacio en el mercado energético venezolano.
Un dato no menor para medir la importancia de Rusia para Venezuela es que antes de la guerra en Ucrania, el sistema financiero ruso gestionaba cerca del 60% de las exportaciones venezolanas, según Ecoanalítica, y posteriormente entregaba dólares en efectivo a PDVSA.
De Rosneft a Chevron
Chevron pasó a convertirse en el socio más importante de PDVSA, espacio que antes ocupaba Rosneft, es decir una empresa estadounidense había tomado el espacio que antes tenía una empresa rusa dentro del mercado energético venezolano en el contexto de la guerra Ucrania, algo que no es un dato menor dado el contexto y que refleja la intencionalidad geopolítica con el uso de las licencias petroleras.
La reciente cancelación de la licencia a Chevron por parte de EE.UU. ha generado inquietudes, pues el vacío que pueden dejar las empresas occidentales podría nuevamente reafirmar la presencia de actores como Rusia, China o Irán. Aunque solo China tendría el músculo económico para hacer tal cosa.
En el gobierno de Trinidad y Tobago y la empresa Shell que tiene una Licencia de la OFAC para explorar y extraer gas natural en el Campo Dragón en la frontera marítima entre Venezuela y Trinidad y Tobago) también hay incertidumbre respecto a una posible revocación. El propio gobierno de Trinidad y Tobago ha estado en contacto con la administración estadounidense para evitar que ocurra una revocatoria y se deba suspender la explotación de gas.
Maduro juega un doble juego: en el pasado otorgó concesiones a Rosneft y posteriormente buscó negociar en Qatar licencias para que empresas occidentales trabajarán en dicho campo de gas, cuyos proyectos habían quedado abandonados tras salida de la petrolera rusa todo esto para mantener puentes con Washington sin romper con Moscú que ha sido un aliado clave en momentos críticos
Rusia ha descrito que el conflicto por el Esequibo es una “herencia colonial”, criticando el apoyo y la presencia militar estadounidense y británica en Guyana. El bloque Stabroek alberga 11.000 millones de barriles de crudo y es clave para ExxonMobil.
Es pertinente recordar que Venezuela en 2008, cuando Hugo Chávez era presidente reconoció a las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur que se proclamaron en el marco de la guerra de Georgia con el apoyo de la Federación Rusa, el conflicto fue calificado por Hugo Chávez, antecesor de Maduro y entonces presidente de Venezuela como una “agresión de la OTAN contra Rusia” . En la actualidad con la guerra en Ucrania, Maduro evita reconocer a las repúblicas de Donetsk y Lugansk, equilibrando su alianza con Putin y la necesidad de no alejar a Europa del todo en futuras negociaciones, debido a sus necesidades energéticas donde Venezuela ha cobrado un espacio importante desde el comienzo del conflicto entre Rusia y Ucrania.
No obstante, en medio de las tensiones entre Caracas y Washington, una delegación de la República de Crimea, encabezada por Gennadiy Murádov, Vicepresidente del Consejo de Ministros de Crimea, arribó a Caracas el pasado 4 de marzo con el objetivo de “impulsar la cooperación interregional entre Rusia y Venezuela. La visita contempló una serie de reuniones estratégicas para explorar y desarrollar iniciativas conjuntas en diversas áreas de interés mutuo” según informó el Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia.
A principios de 2014, tras el “Euromaidan”, una serie de protestas y eventos que derrocó al presidente Víktor Yanukóvich, surgieron tensiones en Crimea, una región con una población mayoritariamente de habla rusa que comenzó a tener tensiones con las nuevas autoridades de Kiev.
Fuerzas rusas y prorrusas tomaron el control de puntos estratégicos en Crimea como la base naval de Sebastopol, un punto importante en el Mar Negro.
Acto seguido se celebró un referéndum que no fue reconocido por la mayoría de la comunidad internacional, en el que la mayoría de los votantes apoyaron la adhesión a Rusia. Posteriormente Rusia formalizó la anexión de Crimea en marzo de 2014, creando la República de Crimea y la ciudad federal de Sebastopol como entidades federales rusas.
En contraparte Rusia argumenta su soberanía sobre Crimea y desde 2014 ha buscado apoyo internacional y reconocimiento diplomático, ya que según Moscú la anexión se realizó de acuerdo al derecho internacional.
En varias oportunidades el gobierno venezolano ha pedido el fin de la guerra en Ucrania que inició en 2022 y se ha declarado oficialmente “neutral”. No obstante, la asociación estratégica entre Rusia y Venezuela se ha profundizado en distintos campos que van desde la economía, el sector defensa,el petróleo, la exploración espacial hasta el cultural
Trump-Putin: ¿Un nuevo escenario para Venezuela?
La política “América First” de Trump también prioriza proteger inversiones estadounidenses como las de ExxonMobil en Guyana, lo que podría aumentar la tensión en su relación con Maduro. La licencia a Shell sugiere que Caracas busca posicionarse como “socio energético viable” para Occidente y ante la administración Trump, al menos eso ha dado entender Maduro pese a la tensión que se ha generado entre ambos gobiernos por la cancelación de la licencia Chevron, sin depender exclusivamente de Rusia
Cooperación espacial entre Rusia y Venezuela en un contexto de militarización del espacio: La nueva frontera estratégica
Tras perder acceso al puerto espacial de la Guayana Francesa en 2022 por el conflicto en Ucrania, Rusia busca alternativas cercanas al Ecuador para sus lanzamientos y actividades espaciales. En abril de 2022, firmó un Acuerdo de Cooperación espacial con Venezuela , y en septiembre de 2024 extendió su red con Burkina Faso, Malí, Níger y Argelia. Yuri Borisov, entonces director de la Agencia Espacial Rusa, promueve la construcción de puertos espaciales en países “amigos” aprovechando la posición ecuatorial para lanzamientos más eficientes. Este proyecto ocurre en un contexto de militarización del espacio, un lugar clave en la rivalidad con la OTAN, especialmente tras el lanzamiento del satélite militar CAO-3 por parte de Francia desde el Puerto Espacial de Guayana Francesa que queda a pocas horas del territorio Esequibo y de Venezuela, todo esto dentro la región conocida como el Macizo Guayanés (Guyana, Surinam, Venezuela y Guayana Francesa).
La cooperación espacial rusa con Venezuela incluye “proyectos conjuntos” que abarcan según han dicho autoridades de ambos países cuestiones de defensa, desarrollo tecnológico, educativo y energético aunque no hay grandes detalles, esto busca reforzar la proyección de poder por parte de Rusia en América Latina algo que Estados Unidos ha visto con preocupación.
En ese sentido, la cooperación espacial en un contexto de militarización del espacio que se ha convertido en otro tablero de disputa entre potencias es un elemento al que debe prestarse atención en el marco del escenario global actual.
Maduro entre Moscú y Washington
Rusia se consolida como el aliado estratégico indispensable para Maduro: le brinda respaldo político, en el pasado fue clave evadiendo sanciones a través de Rosneft y ofrece una plataforma ideológica antifascista con la que Caracas puede alinearse y ganar simpatías internacionales . Sin embargo, Venezuela no renuncia a negociar con EE.UU., así lo demuestra su diálogo en 2024 y la visita de Richard Grenell, enviado especial para Venezuela y Corea del Norte del presidente Donald Trump, eso sí, en la mayoría de las casos cuando se anuncia una negociación entre Venezuela y los Estados Unidos, Moscú realiza alguna muestra de apoyo a Caracas.
Otro ejemplo es que ayer Grenell anunció que se retomarán los vuelos de deportación de migrantes venezolanos a Venezuela, el gobierno venezolano había anunciado el fin de ese programa de cooperación luego de que Estados Unidos cancelará la licencia a la empresa petrolera Chevron para operar a Venezuela, sin embargo, esto parece revelar que las conversaciones entre Washington y Caracas han seguido existiendo pese a las tensiones en días recientes, es así como en la mañana del 14 de marzo, Putin y Maduro conversaron por una videollamada que ocurre en un momento importante donde el “escenario de máxima” presión sobre Venezuela parece cobrar fuerza, Moscú hace presente su apoyo y que a diferencia de 2019, Rusia viene de una gran experiencia en la evasión de Sanciones occidentales en los años que lleva la guerra de Ucrania, ese apoyo ya fue fundamental para Venezuela y podría eventualmente volver a serlo. Ese reimpulso de alianzas entre naciones sancionadas no es algo nuevo en la historia, ya ocurrió en casos como el Rodesia con Sudáfrica y Portugal, dichas alianzas generalmente hacen ineficaces ese tipo de medidas.
Hay que considerar que Rusia enfrenta sus propias limitaciones, a pesar de no poder brindar un apoyo amplio en el caso de Siria, Moscú parece podrá mantener su presencia militar en ese país, también se ha anunciado la construcción de una base naval en Sudán que le dará acceso al Mar Rojo, una ruta importante para el comercio mundial. Adicionalmente en el estratégico golfo de Omán, cerca del estrecho de Ormuz una angosta entrada al Golfo Pérsico por donde circula una quinta parte del petróleo crudo comercializado a nivel mundial, China, Irán y Rusia llevaron a cabo en días recientes ejercicios conjuntos bajo el nombre “Cinturón de Seguridad Marítima 2025”.
A su vez la invitación a Maduro a un encuentro presencial con Putin en Moscú para el desfile de la victoria marca nuevamente un respaldo y una reafirmación de Rusia como una potencia con presencia global, además en un año donde el gobierno venezolano busca impulsar una reforma constitucional que puede marcar el rumbo del país y que suscita preguntas.
Por su parte, Maduro acude nuevamente a Rusia su aliado más importante en los momentos críticos como ya ocurrió en 2019, previo a las elecciones de 2024 y posterior a ellas cuando Putin fue de los primeros jefes de Estado en reconocer a Maduro e invitarlo a la Cumbre BRICS en Kazán, en la que Brasil vetó el ingreso de Venezuela al bloque, no obstante Rusia expresó públicamente la acción del gobierno de Lula Da Silva. En ese orden de ideas, el respaldo de Rusia sigue siendo importante a pesar de que no es el mismo contexto internacional de aquel momento.
En un mundo fracturado y un orden internacional roto Maduro navega entre dos aguas: teniendo el petróleo como escudo y las alianzas geopolíticas como una carta de negociación para lograr sus objetivos . La incógnita es si este es escenario de mayores sanciones y la salida de las empresas occidentales de Venezuela tendrá como un efecto un papel nuevamente preponderante de Rusia en medio de una guerra globalizada, donde Ucrania, los conflictos en Oriente Próximo, las guerras comerciales, los conflictos armados en África, el rearme europeo, el conflicto en el Esequibo,la lucha por los recursos del Ártico, las tensiones en Asia- Pacífico las sanciones y la militarización del espacio, son piezas que forman parte de un mismo rompecabezas que es la geopolítica de la que Venezuela tampoco puede escapar.