Rosneft encarna una lógica geopolítica que desafía el monopolio normativo occidental sobre la energía. Fotografía: Galería de Fotos de Rosneft .
Guacamaya, 26 de junio de 2025. Desde San Petersburgo, Igor Sechin plantea una geopolítica energética multipolar donde el Sur Global es indispensable para la seguridad energética mundial. Venezuela es reivindicada como un actor estratégico tras años de sanciones.
En el marco del 28.º Foro Económico Internacional de San Petersburgo, el director ejecutivo de Rosneft, Igor Sechin, ofreció una intervención que reconfigura la narrativa global sobre energía y poder. Titulada “La odisea de la economía global en busca del vellocino de oro”, su ponencia propuso una visión estratégica en la que Rusia, Irán y Venezuela forman un eje indispensable para garantizar la seguridad energética del planeta.
Sechin criticó duramente el orden económico internacional, especialmente a su juicio la hegemonía del dólar, la instrumentalización de las sanciones y lo que calificó como “el espejismo” de la transición energética promovida por Occidente. A su juicio, el intento de sustituir aceleradamente los combustibles fósiles por fuentes renovables carece de respaldo técnico y económico suficiente, y amenaza con desestabilizar las bases materiales del desarrollo global.
“Las renovables representan apenas el 6% del consumo energético mundial, a pesar de que se han invertido 10 billones de dólares en los últimos diez años. El sueño del ‘net zero’ es una quimera costosa”, aseguró Sechin, quien no dudó en citar estudios científicos que minimizan el rol del CO₂ en el cambio climático, al tiempo que reivindicó el renacimiento de la energía nuclear y el valor estratégico del carbón.
Venezuela: una pieza en la arquitectura energética para Rosneft.
Uno de los momentos más importantes de su discurso fue la mención explícita de Venezuela como actor clave en el nuevo equilibrio energético. Sechin subrayó que Rusia, Irán y Venezuela concentran un tercio de las reservas globales de hidrocarburos líquidos y el 15 % de la producción mundial. “Sin estos países, no es viable ninguna arquitectura energética segura”, afirmó.
La referencia no es meramente retórica. Rosneft fue, hasta el año 2020, el principal socio internacional de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA). Su participación en proyectos conjuntos permitió al país caribeño sortear parcialmente el impacto de las sanciones impuestas por la administración Trump, que buscaban asfixiar financieramente a Caracas.
En ese sentido, bien puede decirse que Rosneft fue un sostén fundamental para la continuidad operativa de PDVSA en el momento de mayor presión internacional. Sin nuestra cooperación, Venezuela habría tenido aún más difícil mantener su capacidad de producción y exportación.
También mencionó la participación de Delcy Rodríguez, la vicepresidenta de Venezuela, en el foro. Esto muestra un interés mutuo entre los países. El discurso de Sechin forma parte de una estrategia más amplia de Rusia para formar una coalición de países que han sufrido debido a las sanciones y el aislamiento del sistema financiero occidental. No se trata de reemplazar lo que hay, sino de cuestionar quién tiene la autoridad y cómo debería funcionar el sistema.
Contrahegemonía energética y el Sur Global
El discurso de Sechin se enmarca en un esfuerzo más amplio de Rusia por liderar una coalición informal de países sancionados, excluidos o apartados por el sistema financiero y energético occidental. El modelo que propone no busca reemplazar el orden actual, sino disputar el monopolio de legitimidad y funcionalidad. En esta visión, países como China, India y las naciones del Sudeste Asiático también desempeñan un papel clave como polos de consumo, inversión y desarrollo tecnológico.
Mientras que la Unión Europea se muestra cada vez más dependiente de importaciones energéticas a precios crecientes —“cinco veces más altos que los de EE. UU.”, dijo Sechin—, países como China lideran en almacenamiento energético, energía nuclear, inversión en redes eléctricas y, paradójicamente, también en nuevas plantas de carbón. “El pragmatismo energético prevalecerá sobre el dogmatismo climático”, advirtió.
El mensaje detrás del mito
El título de la ponencia no fue casual. “La odisea del vellocino de oro” evoca no solo una travesía, sino también una advertencia: según Sechin, una prosperidad obtenida por medios engañosos —como el uso del dólar como arma geopolítica o la imposición de sanciones energéticas— no traerá estabilidad ni justicia.
“El milagro no ocurrirá. Pero pese a las presiones externas sin precedentes, reafirmamos que nuestra causa es justa”, concluyó, citando palabras del discurso soviético de 1941 como declaración de resistencia y determinación estratégica.
Su discurso es una ampliación de la base retórica que ha adoptado el Kremlin desde el inicio de la Guerra de Ucrania y que Miraflores también ha asumido como suya.
¿Cómo queda Venezuela en el nuevo esquema energético dibujado por Rosneft?
Este discurso deja ver que Venezuela sigue siendo un actor relevante en la política energética mundial, no por su producción actual, sino por su potencial y sus alianzas. La narrativa de Sechin devuelve centralidad a PDVSA en un momento en que Occidente busca alternativas al crudo ruso y mientras Estados Unidos reconfigura su política energética interna en medio de importantes tensiones en Oriente Próximo y con la guerra de Ucrania amenazando la estabilidad energética.
La alianza Caracas-Moscú, con sus altibajos y reacomodos desde las sanciones de 2020, parece recuperar impulso, ahora como parte de un bloque que busca reposicionar al Sur Global como proveedor estratégico de recursos.
Desde hace años, Rusia y Venezuela han enfrentado una presión internacional creciente sobre sus industrias petroleras, derivada principalmente de las sanciones impuestas por potencias occidentales. En respuesta, ambos países han desarrollado estrategias convergentes para sortear esas restricciones, apoyándose en una red de aliados geopolíticos clave como China, Irán, India, Turquía y Qatar, que continúan comprando su crudo, muchas veces a través de mecanismos alternativos y mercados paralelos a precios con descuento.
El Modelo Rosneft: alianza con Qatar como escudo contra las sanciones
Un elemento central de esta arquitectura de resiliencia para Moscú ha sido Rosneft, la mayor empresa petrolera estatal de Rusia y una de las más grandes del mundo. Desde 2016, el fondo soberano de Qatar, el Qatar Investment Authority conocido por sus siglas en inglés como QIA, se convirtió en su principal inversor extranjero, al adquirir —junto con Glencore— una participación del 19,5 % en la compañía. QIA es un accionista clave, ocupando el espacio dejado por los capitales occidentales que se alejaron tras las sanciones. Este movimiento no solo consolidó a Doha como actor influyente en las decisiones estratégicas de Rosneft, sino que también reforzó la capacidad de interlocución de Qatar entre actores enfrentados, como Rusia, la UE y Estados Unidos.
En este punto, conviene destacar un matiz clave para Venezuela: Qatar no solo ha sido un inversor importante en Rosneft, sino también uno de los principales puentes diplomáticos de Nicolás Maduro con Occidente, y particularmente con Washington. Su rol como mediador silencioso ha sido confirmado por múltiples gestiones discretas que han facilitado canales de comunicación en medio del aislamiento diplomático de Caracas. Esta posición intermedia le permite a Doha participar simultáneamente como facilitador geopolítico y actor financiero dentro del tablero energético global.
Rosneft y CITGO: un antecedente importante de mirar.
Por otro lado, Rosneft llegó a controlar en el pasado acciones de la filial estadounidense de PDVSA, CITGO, una de las piezas más sensibles del conflicto entre Caracas y Washington. Esta participación, que llegó a colocarse como colateral en acuerdos de financiamiento, representó una amenaza estratégica para Estados Unidos, al implicar que una empresa estatal rusa pudiera, en teoría, acceder a activos energéticos clave dentro de su propio territorio. Aunque esa operación fue luego desmantelada en el contexto de las sanciones, dejó una marca duradera en la percepción de riesgo geopolítico asociado al petróleo venezolano.
En ese orden de ideas, la experiencia rusa frente a las sanciones y su capacidad para reorganizar su red de comercialización, financiamiento y alianzas ha sido observada con atención desde Caracas. Moscú fue un pilar esencial para el gobierno venezolano durante la primera administración Trump, cuando Rosneft actuó como vía de escape para el crudo venezolano. Posteriormente, tras el inicio de la guerra en Ucrania en 2022, Rusia profundizó su estrategia de evasión, desarrollando un sistema energético alternativo basado en triangulación de ventas, flotas fantasma y redes de intermediarios.
Este modelo ha permitido a Moscú mantener sus exportaciones a pesar del aislamiento financiero, y constituye un precedente que las autoridades venezolanas siguen con interés ante el retorno de políticas de “máxima presión” desde Washington. El regreso de la estrategia de aislamiento promovida por Donald Trump en 2025 reavive la necesidad de anticiparse a un escenario cada vez más restrictivo, para lo cual el modelo de Rosneft —tanto como operador energético como actor político— representa una referencia estratégica.
Contexto: ¿Por qué Venezuela ha sido importante para Rosneft en el caso de Alemania y sus implicaciones para la seguridad energética europea?
Uno de los episodios menos recordados pero estratégicamente significativos de la relación energética entre Venezuela, Rusia y Europa se remonta a 2010, cuando PDVSA —la estatal petrolera venezolana— vendió su participación del 50% en Ruhr Oel GmbH a la empresa rusa Rosneft, por 1.600 millones de dólares. La operación fue parte de un proceso de reestructuración de los activos internacionales de Venezuela en plena expansión de su política petrolera hacia aliados no occidentales durante el gobierno de Hugo Chávez.
Las refinerías de Ruhr Oel, ubicadas en Karlsruhe, Schwedt, Gelsenkirchen y Neustadt, contaban con una capacidad combinada cercana a 1 millón de barriles por día, lo que las convertía en un pilar central del sistema de refinación alemán. A través de esta adquisición, Rosneft no solo reforzó su control sobre el mercado europeo, sino que consolidó la herencia de Venezuela en el corazón industrial del continente. Fue, en muchos sentidos, un traspaso entre aliados bajo la lógica de resistencia energética frente al poder occidental y los pasos previos de lo Sechin mencionó en su discurso como la “contrahegemonía energética”.
Este movimiento estratégico le permitió a Rusia ampliar su influencia energética más allá del suministro directo de gas o crudo, entrando a formar parte del procesamiento y distribución final de derivados en uno de los principales mercados de la Unión Europea. Durante más de una década, Rosneft operó con relativa discreción dentro de Alemania, hasta que la guerra de Ucrania en 2022 cambió drásticamente el panorama.
Ese año, el gobierno alemán tomó control de las instalaciones de Rosneft Deutschland, incluyendo las antiguas refinerías de Ruhr Oel, invocando razones de seguridad energética y autonomía estratégica. La medida marcó un punto de quiebre en la política energética germana, que pasó de depender de Rusia como proveedor a desmantelar su presencia en infraestructura crítica, en un intento por diversificar fuentes y eliminar vulnerabilidades geopolíticas.
La ironía histórica no pasa desapercibida: las refinerías que una vez fueron de Venezuela, luego de Rusia, ahora podrían pasar a manos de Qatar, país que ha sido uno de los pocos interlocutores discretos entre Nicolás Maduro y Washington. Esta secuencia muestra cómo las infraestructuras energéticas son más que activos industriales: son plataformas de influencia, canales de poder y símbolos de autonomía estratégica.
La relación entre Rosneft y Venezuela, vista en conjunto con operaciones como Ruhr Oel y las dinámicas trianguladas entre Rusia, Qatar y Occidente, revela la profundidad de un reordenamiento del sistema energético global. Un reordenamiento donde Venezuela no es solo un exportador sancionado, sino un actor que ha contribuido y cedido con activos, experiencia y alianzas a una lógica de resistencia que hoy se proyecta en múltiples escenarios.
La alianza energética Moscú–Caracas tomó nuevas formas tras la imposición de sanciones estadounidenses contra Rosneft en 2020, que obligaron a la empresa rusa a salir formalmente de sus operaciones en Venezuela. Sin embargo, como ha señalado Igor Sechin, presidente de Rosneft, durante el 28.º Foro Económico Internacional de San Petersburgo (2025), esa cooperación dejó estructuras, aprendizajes y vínculos que siguen activos bajo nuevas configuraciones. Venezuela ha seguido el modelo ruso de evasión, observando con atención la creación de sistemas paralelos de financiamiento y comercialización de crudo implementados por Moscú desde el inicio de la guerra en Ucrania.
Más que una empresa, Rosneft encarna una lógica geopolítica que desafía el monopolio normativo occidental sobre la energía. Lo expuesto por Igor Sechin en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo de 2025 no es solo una defensa técnica del petróleo como recurso indispensable, sino una invitación a reconfigurar el sistema energético internacional sobre nuevas bases. Para Venezuela, país sancionado, con enormes reservas y con alianzas clave con Rusia, entender y adaptar ese modelo no es solo conveniente: es existencial. En esa lógica y esquema que imagina Rosneft, Venezuela es un actor importante que deberá emprender reformas para entrar en los planes y objetivos geopolíticos de desafío que tiene Moscú y sus aliados que van configurando de a poco y de manera informal un eje cada vez más amplio de cooperación entre países sancionados en medio de un orden internacional cada vez más debilitado.En consecuencia, mientras que menos interlocución y presencia tenga occidente especialmente Estados Unidos y la Unión Europea en Venezuela es más probable que esa alternativa se convierta en un camino a emprender por Caracas y sus autoridades.