Ricardo Cusanno se presenta como candidato para la Asamblea Nacional por Caracas este 25 de mayo, representando a la alianza de “Un Nuevo Tiempo” y “Unión y Cambio”. Fotografía: Redes sociales.
Guacamaya, 20 de mayo de 2025. Ricardo Cusanno es empresario del sector hotelero y turístico. Proviene de una familia de inmigrantes italianos que llegaron e hicieron su vida en Venezuela. Ha pasado por la presidencia de Fedecámaras, el principal gremio empresarial en el país, y de la Cruz Roja venezolana.
Su gestión es recordada, entre otras cosas, por haber propiciado los primeros acercamientos con el gobierno venezolano en casi dos décadas, tras años de fuertes tensiones entre el sector empresarial y el chavismo, especialmente luego del golpe de Estado del 11 de abril de 2002, conocido como el “Carmonazo”, encabezado por Pedro Carmona Estanga, quien también fue presidente de Fedecámaras.
Posteriormente, el gobierno de Hugo Chávez emprendió un proceso de expropiaciones y confrontaciones con los sectores privados. Fue casi veinte años después, durante la gestión de Ricardo Cusanno, que la asociación empresarial y el gobierno venezolano retomaron un diálogo más fluido. También se destacó por promover el estudio de distintos procesos de paz como el de Colombia, Túnez y el de Irlanda del Norte.
Cusanno también formó parte del Foro Cívico, un espacio autónomo de articulación y acción conformado por personas y organizaciones de diversos ámbitos, que declara su compromiso con “la transformación del conflicto venezolano”. Más adelante, mediante una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, fue designado como miembro de la Junta Reestructuradora de la Cruz Roja Internacional en Venezuela.
Su figura ha estado bajo la atención mediática debido a su postura a favor del diálogo con el gobierno de Maduro, y su oposición a las sanciones sectoriales impuestas contra el país. Y sin duda, por su actuación en Fedecámaras, el Foro Cívico y la Cruz Roja; estas posiciones le han valido críticas por parte de algunos sectores de la oposición.
Actualmente ha decidido incursionar formalmente en la política y se presenta como candidato a la Asamblea Nacional, con el respaldo de las tarjetas de Un Nuevo Tiempo (UNT) y Unión y Cambio (UNICA).
Para conversar sobre su candidatura, y otros temas, Ricardo nos recibe en su oficina en medio de una campaña corta, atípica, marcada por diversas irregularidades. Faltan ya pocos días para las elecciones del 25 de mayo.
Pregunta: Ricardo, siempre estuviste ligado al mundo empresarial y de la sociedad civil como presidente de Fedecámaras, luego miembro del Foro Cívico y posteriormente como parte de la Junta Reestructuradora de la Cruz Roja. ¿Por qué incursionar en la política en este momento, y por qué se postula a la Asamblea Nacional?
Respuesta: La respuesta es muy sencilla. Es el propio trayecto de liderazgo empresarial, luego en el Foro Cívico y más adelante en un rol gerencial en una institución humanitaria centenaria como la Cruz Roja, lo que siempre me mantuvo viva la idea de que el conflicto político venezolano era un conflicto muy binario en las formas en que lo planteaban los actores políticos. Y las consecuencias las sufría una mayoría silente: la ciudadanía.
Las verdaderas consecuencias iban desde políticas públicas erradas o la imposición de un modelo político que los venezolanos no nos dimos —y no nos lo dimos porque la Constitución establece otro modelo político— hasta una alternativa que llama a profundizar la crisis a través de sanciones, que promueve protestas violentas que lo único que hacen es deteriorar aún más las condiciones, los contextos familiares y la unidad de la nación.
Por eso, y muy especialmente durante el proceso en Fedecámaras, me dediqué a estudiar procesos de paz, como el colombiano, el tunecino y el irlandés del Acuerdo del Viernes Santo en Irlanda del Norte.
Entonces, sobre esa experiencia —para redondear la respuesta—, cuando te ves como un empresario que tenía unos cuantos cientos de trabajadores y hoy apenas llega a decenas, y además tienes tres hijos pequeños y decides quedarte en el país, te haces la pregunta: “¿Qué haces?”. O te haces la vista gorda y sencillamente sigues intentando generar ingresos para una mejor calidad de vida, o procuras verdaderamente ayudar a una resolución del conflicto que no sea utópica, sino probable, viable y sustentable en el tiempo.
Bajo esas tres figuras, bajo esas realidades, se dio una oportunidad de entrar en la política. Una oportunidad que tampoco fue fácil. No vayas a creer que me invitaron con alfombra roja. La política tradicional —a la cual puedo reclamar algunas cosas, pero también respeto, porque son los vehículos naturales para hacer política— siempre ha mantenido a distancia la posibilidad de que actores de la sociedad organizada y digo organizada, no civil, porque lo civil automáticamente se contextualiza en oposición puedan participar.
La sociedad organizada incluye a chavistas y no chavistas, opositores y no opositores, más de derecha o menos de derecha, entre otros. Es gente que viene del mundo académico, empresarial, sindical, estudiantil, entre otros. Y les ha costado entender que también pueden hacer política partidista. Que la política no te autogenera el conocimiento de todo.
Muchas veces hemos visto, a lo largo de los últimos años —y yo diría incluso de los últimos siglos venezolanos—, una cierta arrogancia en la política al creer que, por ser político, se sabe de economía, de construcción del contexto social para diseñar salarios, en fin, de miles de cosas.
Entonces, bueno, fue una oportunidad, fue una pequeña ventana. Y es mi manera de seguir protestando de forma segura. Pero más que protestar contra algo, se trata de proponer soluciones. La campaña que estamos haciendo para mí hubiese sido extremadamente fácil y sencillo narrar el deterioro económico de los últimos 10 o 12 años. Sin embargo, entendí que, al hablar de 12 años, automáticamente dejas entrever que el problema de las sanciones comenzó después del inicio de la crisis.
Por eso decidí entrar en política: para buscar soluciones viables, para buscar acuerdos —y lo repito en todos lados— entre, para y por venezolanos. No concibo que nuestras decisiones las tomen gobiernos extranjeros. Desde luego, pueden ser garantes o apoyos en procesos de integración como lo han sido en efecto los europeos o latinoamericanos, que nos ayuden a consolidar un acuerdo político. Pero el acuerdo tiene que ser entre nosotros.
Entonces, ¿Y por qué la Asamblea?
Para mí hubiese sido relativamente más fácil apostar por un espacio de gestión ejecutiva, porque al final eso es vincular la gerencia con soluciones como el agua, la luz, los huecos. Pero el espacio natural de la argumentación y de hacer política para generar acuerdos, consensos, debatir ideas y diseñar andamiajes legales —leyes, entornos jurídicos que incentiven y no que coarten— es la Asamblea Nacional. Y yo creo que ahí está el espacio, la herramienta y la oportunidad de construir una solución venezolana a este conflicto que ya tiene un par de décadas.
“En 2005 se diseñó un modelo de país total y completamente distinto al que la Constitución, de una u otra forma plasmaba, cuando abandonamos los espacios.”
P: ¿Qué significa presentarse a las elecciones regionales y legislativas este 25 de mayo, después del 28 de julio?
R: Mira, lo primero que significa para mí es que le estás dando una oportunidad a la democracia de construir sus propias soluciones a los conflictos que la misma falta de democracia, o el deterioro de la democracia y de la institucionalidad, ha generado. Esa es la forma más inteligente, a mi entender.
Pero además, después de lo ocurrido en los últimos meses y años… las experiencias no son nada más para tener canas. En 2005 se diseñó un modelo de país total y completamente distinto al que la Constitución, de una u otra forma plasmaba, cuando abandonamos los espacios.
En 2020 yo impulsé desde Fedecámaras, de manera firme, en los espacios de incidencia nacionales e internacionales, que fuéramos a las elecciones. Las abandonamos y volvimos a tener un espacio yo no diría confiscado, porque fue un espacio donde dejamos perder la oportunidad de participar. Y voy a ser más duro aún: cuando en 2015 la oposición gana —es decir, cuando ganamos absolutamente todo en la Asamblea—, se llegó con la misma visión de aplastar al adversario. Y así no se llega a ninguna solución.
Por eso creo que era la única forma de seguir haciendo. Y te digo, en 2017 ocurrió lo mismo: llamaron a una constituyente y no fuimos. Y al final, esa constituyente no hizo lo que realmente debe hacer una constituyente. Pero participar siempre es positivo, si sabes para qué.
En Venezuela han existido muchas alianzas electorales exitosas, pero muy pocas alianzas políticas para pensar a mediano y largo plazo.
P: El CNE parece que ha eliminado el código QR de las actas que se introdujo cuando Enrique Márquez y Roberto Picón eran rectores, en su momento ambos también fueron cuestionados por sectores de la oposición. ¿Qué opinión le merece la situación y cómo se está organizando la oposición para la defensa del voto el 25 de mayo?
R: Mira, Venezuela tuvo una democracia y un sistema electoral, vamos a decir, casi perfecto y reconocido en el contexto internacional, cuando todavía no existían estos celulares. Por eso, la campaña que estamos haciendo es volver a las calles y hablar con la gente.
Si la tecnología, que en su momento estuvo presente y fue beneficiosa para la credibilidad del sistema en el pasado —en un pasado reciente— hoy no está, entonces hay que volver al sistema anterior. Hay que buscar proteger y construir mecanismos de conteo para los intereses propios de una candidatura “a la antigua”, con testigos. No es fácil, hay temores.
Al final, también hay temores en la gente. Porque la gente no solo teme lo que pueda venir de parte del adversario o del sistema, sino que no sabe qué puede hacer el liderazgo ante un eventual conflicto. Y también hay temor de que los liderazgos vuelvan a perder la chaveta, vuelvan a perder la sensatez, y eleven cualquier diferencia o conflicto a un nivel existencial que, al final, termina cobrando libertades o vidas de otras personas, y no de quienes convocan.
Entonces, ante las adversidades, ante las arbitrariedades, hay que mantener la compostura institucional. Porque, si no, estaríamos echándole gasolina al fuego de la confrontación.

P: Usted fue designado en 2023 por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) presidente de la junta de reestructuración de la Cruz Roja de Venezuela. En su momento eso generó cuestionamientos por varios sectores de la oposición ¿Qué reflexión le dejó esa situación y esa ocupación relacionada a un tema profundamente complejo como el humanitario ?
R: Sí, fíjate, la mayor reflexión —y esto es casi un chiste— es que los insultos duelen primero, después, sencillamente, pasan, ¿no?
Cuando sabes el objetivo por el cual asumes responsabilidades y tomas decisiones que pueden ser discordantes con el contexto de la mayoría, el mayor aprendizaje es que el tiempo, si obras de buena fe, te da la razón.
Porque cuando asumes una institución centenaria para rediseñarla, para hablar con más de 3.000 personas uno a uno, para construirle mecanismos gerenciales a ocho hospitales y 33 ambulatorios, para sentarte con más de 3.000 personas a construir un estatuto que rija el futuro de una organización humanitaria de ese nivel… para luego tener 800 votantes —por primera vez en más de 40 años—, votantes certificados, con requisitos, dolientes, con sentido de pertenencia, que eligen a sus autoridades, la verdad es que me importa muy poco lo que piensen los demás.
Yo me siento muy satisfecho del logro gerencial y, sobre todo, de haber fortalecido las capacidades de una organización internacional realmente reconocida como una herramienta de ayuda en crisis sanitarias y humanitarias de la sociedad.
P: La Gran Aldea, un medio ligado a factores de la oposición venezolana, publicó un artículo sobre usted dónde lo califican como el “diputado opositor que se compromete a no hacer oposición”. ¿Qué responde usted ante esas acusaciones? Además, hay personas solicitando sanciones contra los candidatos que participen en las elecciones del 25 de mayo. ¿No teme usted que le sancionen?
R: Mira, como padre de familia, los temores siempre existen: por tus hijos, por tu esposa, por tu entorno familiar. Y como empresario también: por los puestos de empleo que generas, por tus socios, por quienes confían en ti. Pero yo me he caracterizado, a lo largo de los últimos años, por no tomar decisiones ¿cómo llamarlas? ¿cómo decirles? Podría decir que no he tomado decisiones fáciles. Como no lo fue, por ejemplo, aún a pesar de las profundas diferencias políticas, volvernos a sentar con el gobierno desde Fedecámaras y hacer un llamado —en un momento en que nadie hablaba de negociación, encuentro o diálogo— y nosotros lo hacíamos. El tiempo, al final, nos terminó dando la razón.
No me quitan el sueño los ataques dirigidos, y mucho menos cuando vienen de espacios cuestionados en su transparencia —digamos, en su financiamiento— y cuestionados también en los liderazgos que están detrás de esos espacios, que no le han aportado absolutamente nada a los señores que conseguimos en las calles pidiendo mejores pensiones, o a los que encontramos pidiendo que mejoren las condiciones para que sus familias puedan volver.
“Participamos desde Fedecámaras en el proceso que luego generó el nuevo CNE, en el que llegaron Roberto Picón y Enrique Márquez […] Fuimos condenados por eso, pero luego ese CNE fue el que dió paso a las elecciones de 2021.”
P: Cuando usted fue presidente de Fedecámaras, Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, asistió a la Asamblea Anual, convirtiéndose en la primera funcionaria de alto rango del gobierno en hacerlo en casi dos décadas. Algunos lo vieron con rechazo, mientras que otros lo interpretaron como un acercamiento importante para el diálogo en el país. ¿Cómo fue ese proceso de construcción y mejora de la relación con el gobierno, considerando que durante mucho tiempo existió una situación de antagonismo entre el oficialismo y los sectores privados, marcada por hechos como el 11 de abril y las expropiaciones?
R: Fue un acercamiento, sobre todo, de respeto y de reencuentro, reconociéndonos como actores naturales de una sociedad, y en este caso, de la venezolana. Eso no fue fortuito. Obviamente, mi declaración del 10 de diciembre de 2019 —siendo el primer actor institucional que levanta la voz contra las sanciones— la hice desde la presidencia de Fedecámaras. Y luego de que habíamos vivido el apagón de marzo de ese mismo año, comenzaron a ocurrir una serie de cosas en el país, particularmente en lo económico. Algunos lo mal llamaron “economía Nutella”. Sí, hubo algunos —vamos a llamarlos así— nutelleros, pero la verdad es que ahí estaba pasando algo distinto en la sociedad en términos económicos.
Eso obligaba al encuentro con el sector público, porque recordemos que aquí no se mueve un grano de arroz sin un permiso del Estado. Pero después llegó la pandemia, en marzo de 2020: un enemigo silente que todos desconocíamos, y que nos obligó a organizarnos. Ahí comenzó una relación de comunicación.
En ese 2020, en plena pandemia, trabajamos mucho para ir a las elecciones. Participamos desde Fedecámaras en el proceso que luego generó el nuevo CNE, en el que llegaron Roberto Picón y Enrique Márquez, y que tuvo como rector suplente a un expresidente de Fedecámaras. Fuimos condenados por eso, pero luego ese CNE fue el que dió paso a las elecciones de 2021 que, desde el punto de vista opositor, generaron muchas ganancias en términos de recuperación de espacios y organización.
Entonces, ahí hubo comunicación. No olvidemos que antes de reunirnos —y de que la vicepresidenta, junto con tres ministros y otra cantidad de diputados oficialistas, asistieran a esa asamblea de cierre de 2021—, en el medio había ido la Comisión de Diálogo, Paz y Reconciliación a Fedecámaras, donde participaron el señor Jorge Rodríguez, el señor Nicolás Maduro Guerra y diez diputados.
Entonces, ahí hubo una construcción, digamos, de desmontar al menos la desconfianza, de reconocernos como actores, y de argumentar, aun con profundas diferencias ideológicas y de acciones, sobre el sector económico en ese momento. Hubo la posibilidad de dejar de hablar por Twitter y por el micrófono, y digamos que fue un proceso de casi dos años.

P: También se habló mucho de la visita a Miraflores en el marco de la pandemia. ¿Qué reflexión le ha dejado a usted esa interlocución con el oficialismo? ¿Hay alguna anécdota o episodio que lo haya marcado particularmente? ¿Considera que ese espacio de diálogo ha sido útil para el país y para la resolución del conflicto?
R: Sí, mira, el primer encuentro en Miraflores fue el 16 de marzo de 2020, tres días después de haberse decretado la pandemia. La primera anécdota y reflexión es que yo no me comí a nadie, ni nadie me comió a mí.
Entonces, ahí nos vimos las caras y dijimos: bueno, pareciera que somos seres humanos, y aunque las diferencias son muy marcadas en temas políticos, hay oportunidades de llegar a algunos acuerdos y de construir algo en favor de la gente. Quizás esa es la primera cosa que siempre recuerdo, porque cuando vas conversando con actores, con personas, te das cuenta de que este es un país relativamente pequeño y siempre hay conexiones de alguna u otra forma, ¿no? Porque alguien estudió en tal parte, porque hubo algún momento de liderazgo estudiantil compartido, entre otras cosas.
El negocio de nuestra familia es un negocio de hotelería en el centro de Caracas, justo en medio del centro del poder ejecutivo y legislativo. Eso me hacía, cuando tenía 15 o 20 años, estar en la universidad y trabajar con mi papá como mesonero o estar en la recepción. Muchas veces me tocaba encontrarme con liderazgos opositores o liderazgos que hoy están en el gobierno, como funcionarios que simplemente asistían a algún encuentro o a una discusión política en uno de los salones.
Esa es la mayor anécdota: saber que cuando las relaciones humanas se construyen con respeto, a pesar de las diferencias ideológicas, hay mayores posibilidades de continuar y avanzar hacia unos acuerdos de otra dimensión en favor del país.
“Las sanciones profundizas el mercado negro, se pierden las intermediaciones bancarias, las corresponsalías. El over compliance hace mucho más costosa la operación de cualquier empresa, sin importar cuál sea.”
P: Varios economistas, como Asdrúbal Oliveros y Jesús Palacios, han alertado sobre el peso que tiene Chevron y otras empresas petroleras en el mercado de divisas, y de que con la pérdida de sus dólares se agravará la crisis económica y la calidad de vida de los venezolanos. Sin embargo, dirigentes de la oposición como Julio Borges, María Corina Machado y Leopoldo López han manifestado su apoyo a la revocatoria de las licencias petroleras por parte de la administración Trump. ¿Cómo han afectado y afectan las sanciones al sector empresarial?
R: Mira, las sanciones nos han hecho mucho daño, partiendo de la premisa de que, digamos, la sanción originaria han sido unas políticas públicas restrictivas, sobre todo durante los primeros 20 años de este modelo económico.
Cuando llegan las sanciones, oscurecen aún más el panorama. Se profundiza el mercado negro, se pierden las intermediaciones bancarias, las corresponsalías. El over compliance hace mucho más costosa la operación de cualquier empresa, sin importar cuál sea. Conozco el caso, por ejemplo, de un vendedor de cauchos que, para poder comerciar con el extranjero desde Venezuela, no encontraba proveedores dispuestos a venderle, porque no sabían si esos productos terminarían en el sector público, lo que podría acarrearles consecuencias legales.
Esa complejidad se traslada a los costos de vida. En términos económicos, todos esos obstáculos tienen un costo que termina encareciendo los productos.
Obviamente, la profundización de las sanciones, sumada a la debacle económica que ya veníamos viviendo desde 2013, impulsa la migración y te hace perder talento formado en Venezuela en distintas dimensiones: desde la mano de obra no calificada hasta los gerentes más preparados. Y en el medio, toda la gama de personas que hacen vida y que conforman el proceso productivo.
Entonces, es sumamente complejo. Terminas entendiendo que un país sin crédito es un país sin posibilidades. Y Venezuela se quedó aislada del sistema crediticio. Eso, aguas abajo, se refleja en el empresario y también en los mecanismos crediticios para la producción y la inversión. Ahí hay un drama extremadamente complejo vinculado al tema sancionatorio.
P: Hablemos de la Reforma Constitucional que propone el gobierno. ¿Qué piensan hacer ustedes al respecto? ¿Están pensando en incidir o en detenerla? ¿Qué oportunidades ven? ¿Debe una futura reforma constitucional surgir desde un acuerdo parlamentario amplio?
R: Me gusta la forma en que haces la pregunta, porque me da la oportunidad de responderte cómo lo has planteado. Haces la pregunta en plural —“ustedes”— y después me pides a mí la respuesta, ¿no? Y la verdad es que yo no sé qué van a hacer los demás, pero sí sé qué voy a hacer yo.
Sobre la reforma: de lo poco que se sabe —porque lo que hay es un anuncio, no hay contenido—, si la reforma es para profundizar controles, para cambiar el sistema político, para modificar el sistema socioproductivo o la distribución del territorio, entre otras cosas, y lo que hace es confiscar, deteriorar o desaparecer oportunidades, vamos a poner el concepto que queramos, la oportunidad de vivir en una Venezuela como la conocemos, como la queremos obviamente me voy a oponer.
Pero si nosotros fuimos a Barbados, primero a República Dominicana, después a Noruega; luego con los noruegos fuimos a México y, después de México, a Barbados —digo “fuimos”, aunque fueron unos políticos, ¿no?—. Fueron políticos haciéndose propietarios de una solución sin ser propietarios de esa solución. Y fuimos a esos espacios a buscar acuerdos, ¿verdad? Y los acuerdos no se dieron.
Y si los acuerdos se llegaran a dar en un espacio institucional como la Asamblea, que representa el sentir de la gente por el voto, en una Asamblea plural, y esa reforma constitucional es la que eventualmente nos da las soluciones que queremos, las garantías que las partes en términos políticos buscaron en los cuatro procesos anteriores. Si la reforma sirve para darle soluciones a la crisis política, bienvenida sea.
Si la reforma es para polarizar aún más el conflicto, sin duda alguna hay que oponerse. Pero hay que oponerse con criterio, no sencillamente porque la proponga alguien que te adversa.

P: Recuerdo que durante su gestión al frente de Fedecámaras se organizó el ciclo de conversaciones “Caminos de Negociación. Lecciones Aprendidas” donde se analizaron los procesos de paz de Colombia, Túnez e Irlanda del Norte ¿Qué se puede rescatar de esos procesos para el contexto actual que vive Venezuela? ¿Qué puede rescatar primero del proceso de paz colombiano para el contexto actual que vive Venezuela?
R: Lo primero, con el caso colombiano —que además lo trabajamos no solo en caminos de negociación, sino también en nuestra asamblea intermedia con el expresidente Juan Manuel Santos, quien estuvo con nosotros—, es que de nada sirve fomentar o impulsar el concierto internacional para luego invitar, vamos a llamarlo así, a una guerra civil de una u otra forma, porque eso no conduce a nada. Sencillamente, eso condujo a Colombia a 50 años de un conflicto interno que, a mi modo de ver y entender, profundizó muchos de los dramas que los colombianos aún enfrentan, como por ejemplo el tráfico de drogas.
Entonces, de Colombia rescato eso. Además, es un país muy parecido a nosotros: casi la misma historia, el mismo Libertador, el mismo idioma quizás la única gran diferencia es que ellos no aceptan que la arepa la creamos nosotros. Pero ese es el gran rescate de la experiencia colombiana.
P: Quiero preguntarle por el Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez, que fue una coalición de cuatro organizaciones clave de la sociedad civil tunecina en el contexto posterior a la Primavera Árabe. En aquel momento, el Cuarteto Tunecino intervino para facilitar el diálogo nacional en medio del estancamiento entre el gobierno liderado por el partido islamista Ennahda y la oposición secular, evitando una posible guerra civil. Ese tema fue parte de uno de los aspectos de ese ciclo de conversaciones promovidas por su gestión en Fedecámaras. ¿Qué lecciones puedes extraer, siendo una persona que viene de la sociedad organizada, del modelo del Cuarteto Tunecino para la Venezuela de 2025 en el marco de la elección parlamentaria?
R: Lo primero es que los liderazgos —digamos, no político-partidistas sino liderazgos de la sociedad civil organizada—, si logran llegar a consensos, pueden ayudar a crear estabilidad en medio de la conflictividad. Además, pueden contribuir a diseñar mecanismos de fortalecimiento institucional. Algunos lo pueden llamar transición, otros fortalecimiento institucional, y otros reinstitucionalización.
Pero también, de ese caso en específico, aprendo que esos no son ejercicios que pueden ser eternos. Tienen que tener tiempos determinados, que sirvan para ayudar a rediseñar y replantear. Un poco como la reestructuración que hicimos en la Cruz Roja: no se trata de volver al error anterior, sino de construir un nuevo sistema que rescate lo mejor de los sistemas políticos tradicionales, con el acompañamiento de la sociedad. En ese caso fue el Cuarteto Tunecino, y luego continuar.
Fíjate que, específicamente en ese caso, después se volvió a deteriorar la situación porque la política tradicional no entendió lo que estos actores de la sociedad habían hecho. Incluso se sintieron desplazados. Hubo un sentimiento de desplazamiento.
Y ahí volvemos a la pregunta anterior: la dirigencia política tiene que saber insertar a la sociedad civil, y la sociedad civil también debe saber cómo insertarse en la política.
P: Hablemos del caso concreto de Irlanda del Norte. El conflicto norirlandés, fue uno de los conflictos etnopolíticos más prolongados y sangrientos de Europa occidental en el siglo XX. La Asamblea de Irlanda del Norte desempeñó un papel clave en la desmilitarización del conflicto, el desarme de grupos paramilitares, la reconciliación y la articulación de sectores de la ciudadanía que la convirtieron en una herramienta de gestión del conflicto en una sociedad dividida. Incluso se creó una estructura consultiva entre la Asamblea y sectores de la sociedad civil, para abordar temas sensibles como la educación, la memoria histórica y la reforma judicial. El Parlamento británico por su parte, en 1995 y 1996, presentó la estrategia de “doble vía” que consistía en negociaciones paralelas y desarme en conjunto con una serie de compromisos para el fin de la violencia, la estrategia fue articulada con el gobierno irlandés y fue clave para sentar las bases para la construcción de paz en Irlanda del Norte. En ese sentido quiero preguntarle ¿Cómo podría el Parlamento venezolano recuperar legitimidad y ser parte de una solución democrática negociada del conflicto impulsando algún proceso de negociación mientras aborda los problemas de la crisis multidimensional que atraviesa el país?
R: Como experiencia, quizás cuando oyes Sunday Bloody Sunday, una canción que surge precisamente de ese conflicto, entendemos que un acuerdo de una dimensión tan grande, proveniente de un conflicto tan complejo, tiene que involucrar a todo el mundo. Y en este caso, hasta esa canción fue una forma de suavizar el conflicto de la época, ¿no?
A ver, entendiendo que los congresos, las asambleas, los legislativos son representaciones plurales del pensamiento político —son los que diseñan leyes, los que ratifican convenios internacionales—, en una Asamblea plural del 2025 o 2030, tú tienes cinco años para diseñar una ruta que permita desescalar el conflicto venezolano. Y en ese proceso, desde el punto de vista político, puedes establecer rutas, un poco como ocurrió en algún momento en Sudáfrica.
Entonces, ante un acuerdo político para determinada situación —por ejemplo, para el acceso al financiamiento internacional o a las cuentas que tiene Venezuela bloqueadas en el exterior, entre otras cosas— tú construyes la viabilidad del uso de ese dinero en favor de la gente. Y ya puedes entonces atacar, en medio de una crisis multidimensional, temas como la salud y la educación.
Después puedes, dentro de ese mismo acuerdo político, en una instancia electa por la ciudadanía, diseñar mecanismos de acceso a financiamiento para resolver crisis de servicios públicos. Y así vas, como si estuviésemos en un videojuego, superando niveles.
En paralelo, vas diseñando legislación que te permita generar confianza y garantías para que los actores se mantengan dentro del redil de la sensatez y no intenten imponer su visión desde otro poder público o volver a la irracionalidad de las sanciones, o a invitar marines e invasiones en el territorio.
O sea, yo creo que la Asamblea puede ser ese epicentro de un círculo virtuoso que tenga una ruta definida y diseñada. Y además, no debe ser solo la Asamblea quien la diseñe: esta debe ser el receptor de los círculos de interés, o de los círculos de entendimiento, que pueden nutrir un convenio y un contrato de este tipo. Un pacto de este tipo, un pacto político. Y si después de eso llega un rediseño constitucional, bueno, bienvenido sea.
“Aquí, cuando se decía ‘Venezuela se arregló’, era mentira. Pero no podías negar que había un crecimiento. Y cuando decían que en Venezuela todos nos estábamos muriendo de hambre, que había una mortandad y que el 95% de la población vivía con un salario mínimo, también era mentira.”
P: Celso Amorim, asesor del presidente Lula en Asuntos Internacionales declaró hace un tiempo para el diario El País que “En Venezuela necesitamos una solución aceptada por ambas partes aunque no sea ideal para ninguna”. También declaró hace unos días para la BBC Brasil respecto a Venezuela “Ayudaremos con el diálogo siempre que sea posible” ¿Usted comparte ese enfoque? ¿Qué mensaje tiene usted para los actores internacionales interesados en apoyar una resolución negociada del conflicto venezolano? ¿Cómo podría articularse esa intención y esfuerzos con la nueva Asamblea Nacional de la que usted espera formar parte?
R: Sí, mira, primero, totalmente de acuerdo. La solución, cuando tú tienes una negociación, implica que todos cedemos en algo. Todos vamos a tener que ceder en algo. Algunos venezolanos tendremos que ceder en aceptar algunas heridas que todavía están vivas o en dejar de vernos las cicatrices. Otros actores tendrán que ceder en espacios de justicia en términos transicionales. Otros deben entender que, al final, el acuerdo va a implicar —e implica— convivencia en el mismo territorio.
O sea, es inviable pensar que unos desaparezcan en favor de otros. Estoy totalmente de acuerdo con lo que plantea el asesor del presidente Lula.
De hecho, es un poco lo que intentamos hacer en el espacio del Foro Cívico, y también en el espacio de la Cruz Roja, desde otra dimensión. Lo que se intentaba era enviar un mensaje a las cancillerías del mundo y a los gobiernos: en el conflicto venezolano no era tan cierto lo que planteaban las dos partes, porque hay, mayoritariamente, una sociedad que dice que quiere un acuerdo.
Aquí, cuando se decía “Venezuela se arregló”, era mentira. Pero no podías negar que había un crecimiento. Y cuando decían que en Venezuela todos nos estábamos muriendo de hambre, que había una mortandad y que el 95% de la población vivía con un salario mínimo, también era mentira. Porque existía algo que no se había medido en Venezuela: el PIBI, el Producto Interno Bruto Informal. Una economía informal que te mantenía. Porque, de lo contrario, en una época hubiésemos recogido los muertos con palas, ¿no?
Entonces, ¿Qué decirle a la comunidad internacional?
Lo primero: aislar a Venezuela es un gran error. Y el mejor ejemplo es lo que ocurrió con la licencia de Chevron. En el momento en que Chevron volvió a operar, toda esa operación fue transparente, cumpliendo las normas y regulaciones de los mercados bursátiles internacionales. Se sabía dónde estaba el dinero y hacia dónde iba.
Mientras tú aíslas, fomentas los espacios grises —por no decir oscuros— y, además, le quitas oportunidades al país.
El aislamiento sacó a Venezuela del pensamiento occidental y de sus relaciones comerciales, políticas y culturales, que, por cierto, es lo que la gente quiere y con lo que se siente cómoda.
Yo no estoy diciendo que no haya que tener relaciones con los chinos ni con los rusos. Claro que sí, bienvenidas todas, pero en condiciones paritarias, en condiciones transparentes. Y naturalmente, la gente siempre va a buscar la costa este de Estados Unidos, el sistema bancario estadounidense, porque es parte de nuestra esencia histórica, pero sobre todo, porque es nuestra herramienta para aprovechar las oportunidades.
Al obligar a los gobiernos internacionales a aislarnos, se comete un gran error. Entre otras cosas, porque cuando te aíslan, tú te comportas como tú quieras. Pero cuando te invitan a espacios donde debes comportarte bien, entonces respetas las reglas de la mesa. No puedes comer con las manos por más tradicional que eso sea en tu casa, ¿no? Cuando te invitan a una mesa plural, tienes que seguir las reglas de esa mesa.
Y yo creo que eso le ha hecho mucho daño a Venezuela: el aislamiento. También el haber seguido a liderazgos mesiánicos que planteaban la resolución del conflicto por la vía de la presión y de la profundización de la crisis del venezolano.
Cuando los gobiernos extranjeros escucharon eso y ayudaron a profundizar la crisis aislando al país, entonces generaron conflictos sociales en sus propios países con la migración que llegó. Y luego tuvieron que asumir costos sociales, de educación, de salud. Después vinieron los temas de xenofobia. O sea, crisis sociales motivadas, sí, por la realidad venezolana, pero que esos propios gobiernos contribuyeron a profundizar al aislarnos.
Entonces, el gran mensaje está ahí: el reencuentro, aunque no te gusten quienes ostentan y detentan los símbolos del poder, es la mejor forma de construir una democracia viable, sana y dinámica en favor de los venezolanos.

P: Frederik de Klerk, expresidente de Sudáfrica y Nobel de la Paz, figura clave de la transición junto a Nelson Mandela declaró en 2019 en una entrevista para el diario El País en referencia al conflicto venezolano que “los líderes de Venezuela necesitan negociar sin muchas precondiciones” recomendó un diálogo sin tanto condicionamiento para evitar que la tragedia se convierta en catástrofe ¿Cree que las precondiciones han sido entre otros factores un obstáculo para alcanzar acuerdos sostenibles y que sean respetados por todos?
R: Totalmente de acuerdo con ese planteamiento. Cuando tú precondicionas tanto, prácticamente lo que estás diciendo es que no quieres dialogar. Muchas veces ese es el paso de confianza para abrirte al juego y a la discusión. Y no se trata de darlo con los ojos cerrados, pero sí de darlo con la voluntad de que sirva. El precondicionamiento no ha sido útil para el país en ninguno de los casos.
A mí, particularmente, mi experiencia me dice que con Fedecámaras, cuando precondicionamos, no fue útil. Cuando tomamos el riesgo de avanzar, se lograron cosas. A pesar de que no están resueltos todos los problemas, por lo menos hoy existe la interlocución para buscar soluciones.
De igual forma, en el espacio del Foro Cívico, cuando fuimos a Miraflores en 2022. Por eso estoy totalmente de acuerdo con esa declaración. Pienso que seguir precondicionando elecciones es un error, sobre todo cuando hay un sentir popular mayoritario. No estoy diciendo que ese sentir vaya en contra de un modelo o de una opción política, sino que es simplemente el sentir mayoritario.
Cuando tú hablas con la gente, cuando recorres los espacios hablando, ofreciendo tu propuesta política —no importa si son chavistas, opositores, maduristas o maricorinistas— al final la gente lo que te dice es: “que me vaya bien”, “que haya luz”, “que haya agua”, “que haya crédito”, “que Venezuela se reinserte en el concierto de las naciones”, “que haya vuelos para todos lados”, “que el dinero rinda”, “que la empresa pueda buscar un crédito”. En fin, lo que era normal y que perdimos.